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Las fronteras en la migración

La historia de las migraciones es parte de la historia de la humanidad. El repoblamiento de los continentes se constituye gracias a esta movilidad, pero no se preocupen los lectores, mis reflexiones no cubrirán todo este periodo. Lo que me interesa destacar es que la movilidad es inherente al ser humano y que en la era moderna se ve como un problema que afecta nuestra vida en sociedad, especialmente en las últimas décadas a pesar de vivir un mundo abierto, en el que podríamos comunicarnos más allá de las fronteras, comercializar virtualmente en cualquier parte del mundo y podríamos transitar hacia cualquier lugar.

No todos tenemos la oportunidad para acceder a este sistema global, parece más bien una utopía, particularmente cuando nos referimos a la migración. Enfrentamos una etapa de cierres de fronteras, levantando muros y el resurgimiento de nacionalismos en el que se plantea temer al que es diferente, extranjero, porque puede ser terrorista, delincuente, criminal, porque es migrante.

Existe una gran diversidad de migraciones, la conocida como migración calificada, de personas que son contratadas por sus habilidades y conocimientos especializados; también la conocida como migración laboral –quienes no encuentran oportunidades laborales y de bienestar en su país de origen– o la migración forzada –aquéllos que son perseguidos políticamente, están en guerra o expuestos a la violencia del crimen organizado–.

Quienes participan en estas modalidades de migración son clasificados en diferentes categorías migratorias que vulneran sus derechos humanos; por ejemplo, quienes emigran para buscar sustento, pero también están huyendo de la violencia, se les considera migrantes económicos o migrantes laborales y no pueden ser considerados refugiados o solicitar asilo.

Después del atentado terrorista a las Torres Gemelas de Nueva York (9 de septiembre de 2001), la migración se considera un asunto de seguridad nacional no sólo para Estados Unidos, sino también para los países desarrollados, ya que a los migrantes se les ve como terroristas potenciales, por lo que se establecieron medidas de mayor control para todo tipo de movilidad de la población, particularmente la internacional.

Las políticas migratorias se dirigen a reforzar las fronteras con muros, vallas y recursos tecnológicos y humanos. Pero la detección y detención de los migrantes no se circunscribe a la delimitación territorial de los países. Además, tenemos lo que se llama la frontera interna, es decir, acciones de política migratoria como las detenciones y redadas que realiza Estados Unidos en el interior de su territorio, buscando migrantes en situación irregular, así como las fronteras externas, como el caso de México, en donde la Guardia Nacional creada para garantizar la seguridad del pueblo mexicano se está utilizando para detener la migración en tránsito por el territorio y particularmente en la frontera sur.

Estos países de tránsito, como México, Marruecos y Turquía, se han convertido en una barrera de contención para que los migrantes no lleguen al territorio de los países de destino, principalmente desarrollados, como Estados Unidos y las naciones de la Unión Europea; se genera así una doble moral, aberrante, por un lado el país próspero critica acremente la violación de los derechos humanos de los países de origen y de tránsito, pero por otro lado trata de detener la migración a toda costa antes de que llegue a su territorio, transfiriendo la responsabilidad a los países de tránsito, a los que incluso destina recursos económicos para que contengan esta migración no deseada.

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JJ/I