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Viajando ligero

El huracán de opiniones, reseñas, críticas, charlas de sobre mesa y pláticas a la salida del cine acerca del estreno de Guasón, la película de Todd Phillips, me hacen justamente querer alejarme de ese tópico hoy para no revolver sobre el mismo tema; sólo puedo decirles que la película es una joya técnicamente, la fotografía es brutal, el diseño de producción exquisito y la actuación de Joaquin Phoenix es inmensa, con un guion predecible, pero… vayan a verla, sí vale la pena.

Dicho lo anterior, me gustaría invitarlos a que emprendan un viaje con un punto de vista diferente, desde el lugar donde se ven las cosas, hasta la perspectiva del final de un periplo.

Un trayecto que no comienza precisamente viajando, éste se gesta por la necesidad de vivir, de dejar todo lo que se construye durante una vida en el espacio que normalmente llamamos *hogar” y que en el caso de Lean (nuestra guía en el viaje) y su familia, significa comenzar a cruzar el continente territorialmente más pequeño de todos pero más inaccesible, ese que coloniza y después voltea la cara a sus acciones, desde una devastada Siria.

Lean tiene 3 años, carga una mochila y un peluche que son sus fieles acompañantes durante un éxodo cuya meta es llegar a Suecia con el fin de recibir asilo y encontrarse con su abuelo, que ha llegado antes y los espera con ansias y angustia.

Entrar a Europa no es fácil para los miles de exiliados de la guerra en Siria, cruzar fronteras, campos de refugiados que por momentos quitan esperanza en lugar de darla, caminar al ritmo de los adultos sin perder el paso, intentar sonreír sin saber qué depara el futuro durante 86 días, en los que Lean cada vez se vuelva más una heroína, no por cruzar fronteras, ni por soportar hambre y frio, es por sus ojos de ilusión que nunca se pierden en el marasmo del mundo de los adultos que no hace sentido, por facilidad de sonreír y sorprenderse de los trenes, siempre con esa inocencia que nosotros hemos perdido con tanta facilidad sin reparar en ello.

 69 minutos de 86 días es un road-movie documental para soñar con cierta esperanza, no la del asilo, de la migración o el exilio, de aquella que no está fincada en las mesas de discusión políticas, derechos humanos o países colonizadores, sino en la esperanza de saber que desde el punto de vista de una niña, aún podemos sentir empatía y reconocernos como humanos, sin visas o pasaportes, sin maletas o mudanzas, viajando ligero, como lo hace Lean.

@FitoCastmo07

JJ/I