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El flautista y el titiritero

A veces, las palabras de otro resuenan con especial fuerza a través de una vivencia específica, en la que un verso o una frase da sentido a una situación absurda. 

La letra de la canción Symphony of Destruction, de Megadeth, resuena en mí al contemplar la crisis de la sociedad local y global ante una pandemia que ninguna persona viva había atestiguado, con contadas excepciones. 

El metal han sido un género musical que ha explorado particularmente las implicaciones del poder, su disputa y su ejercicio. En Symphony of Destruction, Dave Mustaine reflexiona acerca del autoritarismo y el peligro de permitir que una persona al mando de un gobierno acumule demasiado poder. 

La pandemia ha sido la oportunidad para que algunos políticos, hombres mortales, siguiendo la letra de la canción, se conviertan en Dios al quedar en control de todo en ese territorio donde fueron elegidos para gobernar. Porque en realidad son políticos, no gobernantes. Están ahí porque han logrado vender su imagen política ante una sociedad que cree en la democracia y cree que el pueblo gobierna al pueblo. 

La letra habla del cuento del Flautista de Hamelin, que se llevó a las ratas encantándolas con su flauta y las guio por las calles en un trance que no les permitía darse cuenta de que alguien las arrastraba a su perdición. Ese es particularmente el fragmento de la canción que retumba en mí en estos tiempos de incertidumbre. 

El miedo al contagio y a la crisis económica que viene nos confunde a algunos o nos vuelve crédulos, o en el mejor de los casos permisivos antes decisiones autoritarias apresuradas, muchas veces disfrazadas para engañar y para usar, para que el pueblo crea que una imposición es completamente pensando en el bien de la gente, cuando detrás de ella hay un calculado objetivo político. 

El ágora moderna de las redes sociodigitales se ha vuelto el ámbito de debate, acusación y linchamiento, tanto por los bots que apoyan a algunas figuras públicas bajo intereses políticos y económicos, como por genuinos usuarios que buscan dar su punto de vista, expresar su individualidad acerca de alguna de esas decisiones y acerca de las mismas figuras públicas, aunque con ello contribuyen a hacerlas más visibles. 

Esa ágora etérea e intangible también es el espacio en el que los políticos gobernantes pueden llevar sus notas encantadas hasta los oídos cibernéticos de una audiencia de personas convertidas en ratas guiadas a su perdición, usadas para conseguir otros fines políticos. Porque en el cuento del flautista, ese personaje se lleva a las ratas con propósito de su propio beneficio. Mustaine también compara al pueblo con marionetas que se tambalean en esa sinfonía de la destrucción. 

Además de ese poder suave ejercido a través de la manipulación ideológica y el miedo, el poder también se ejerce con las armas, con la presencia del Ejército y la Policía para aplicar las medidas de control impuestas y quienes se oponen o quedan marginados o son sometidos para seguir los designios de quien ostenta el poder. 

Aunque Mustaine culmina su composición con una figura apocalíptica de la tierra retumbando y los poderes terrenales sucumbiendo en una guerra celestial, la verdad es que no podemos esperar a que eso ocurra para derrocar el autoritarismo y es por eso que es fundamental velar por la libertad de disentir, por el derecho a la transparencia, por establecer reglas para el uso de la fuerza pública y que se sigan. 

Las armas de una sociedad pandémica en una democracia pútrida son aquellas que permiten desenmascarar al flautista, romper el hechizo que la somete y cortar las cuerdas del titiritero. 

Twitter: @levario_j

jl/I