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México debe aprender (lo malo) de reabrir Texas

Texas decidió reabrir anticipadamente la economía de su estado en medio de la pandemia del coronavirus y ahora sufre las consecuencias. 

El gobernador republicano Greg Abbott permitió que algunos negocios no indispensables volvieran a operar mientras los casos iban en aumento. Bares, estéticas, cines, gimnasios y centros comerciales abrieron entre fines de abril y mayo. Desde entonces, los números han sido cada vez más críticos en contagios, hospitalizaciones y muertes. 

Hasta el domingo, 381 mil 656 personas habían dado positivo al SARS-CoV-2 y 5 mil 810 habían fallecido en un estado con 29 millones de habitantes. 

Harris y Dallas, los condados más grandes de Texas, tienen el mayor número de casos, pero la situación se ha tornado grave en el Valle del Río Grande, en la frontera con México. En el condado de Hidalgo, al que pertenece la ciudad de McAllen, se emitieron nuevas órdenes de emergencia que deberán seguirse hasta el 5 de agosto, entre ellas: refugiarse en casa, cumplir un toque de queda para mayores de 18 años, solo realizar viajes esenciales y usar de manera obligatoria mascarilla. 

La imagen es sombría en las ciudades que conforman este condado, porque desde el 22 de junio el número de casos positivos aumentó de mil 882 a 15 mil 153. Y los decesos rápidamente también se incrementaron, el dato es abrumador. Harris, que incluye la gigantesca ciudad de Houston, registra más de 60 mil contagios y 636 muertes, pero Hidalgo, sólo con una cuarta parte del número de contagios, suma 456. En el condado de Dallas, donde me encuentro yo, van más de 46 mil enfermos y 604 fatalidades. 

Sea en el norte o sur de Texas, la comunidad latina ha sido la más afectada, por diversas razones. 

Una importante es que más de 5 millones de personas no cuentan con un seguro médico; esto es un porcentaje aproximado a 18 por ciento, el más alto en Estados Unidos, de acuerdo con la Oficina del Censo en 2018, el doble que en California. Los migrantes indocumentados generalmente acuden a las salas de emergencia cuando no hay más remedio. 

Otra causa principal es que los trabajadores hispanos han estado al frente en los empleos esenciales, en sectores de servicios y alimentación. Laboran prácticamente en toda la cadena de alimentación: siembra y cosecha, procesamiento y empacamiento, preparación y distribución. 

En el caso de los migrantes no autorizados, sucede algo muy injusto: aunque por ley ellos pagan impuestos cada año, el presidente Donald Trump los excluye de los alivios económicos para enfrentar los efectos de la pandemia. Todos los contribuyentes, menos ellos, han recibido un cheque de más de mil dólares desde marzo. Tampoco han podido tramitar seguros de desempleo, así que la opción de quedarse en casa es muy irreal para estos trabajadores. 

Luego están los empleadores negligentes que no han tenido los cuidados necesarios ni han conseguido equipo de protección, como lo indican los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), lo que ha generado brotes masivos entre los trabajadores y sus familias, así como fallecimientos. 

Como en México, también hay personas que se niegan a usar cubrebocas y a mantener una distancia prudente cuando están en lugares públicos, y hay familias que continúan con sus planes de fiestas a pesar de la emergencia. 

Por suerte, el gobernador de Texas frenó sus planes de reapertura a finales de junio y admitió en una entrevista televisiva que estaba arrepentido; se refirió sobre todo a los bares, porque las barras comenzaron a llenarse y más jóvenes ingresaron a la estadística de contagios. “Si pudiera regresar y rehacer algo, probablemente habría sido reducir la velocidad con la apertura de los bares”, dijo el gobernador. 

México frecuentemente sigue los pasos de Estados Unidos. Me pregunto si con 43 mil 374 vidas perdidas tomará esta vez la mala lección de Texas. 

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jl/I