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Filia de excelencia

Para cualquier servidor público de primer nivel sería impensable estar en un cargo y no crear, tener y buscar filias e intereses creados con personas, pero por ser precisamente un sector para la atención de la gente deberían tener reglas claras para que quienes lleguen por estas simpatías sean los mejores.

Estas filias se pueden controlar, evitar o incluso depurar, pero no quieren hacerlo porque la contratación de amigos, familiares, recomendados, parientes lejanos o hasta parejas sentimentales es una práctica que no quieren dejar de lado y una muestra es que no han hecho nada para evitarlo.

Los diputados locales desde la pasada legislatura se rehúsan a sacar una ley de designaciones porque saben que sería ponerse un grillete, que después lamentarían cuando tienen el plato listo para servirse y sólo poner nombres debido a que la mayoría en el poder se ponen de acuerdo fácilmente en cómo repartirse, cómo apoyarse mutuamente, incluso cómo contratarlos de una oficina a otra para no caer en el nepotismo.

Y si admitimos que las filias están presentes cuando menos lo que buscamos es que estas filias sean de excelencia.

Lo mínimo que deben hacer es seguir las reglas del juego puntualmente, aunque siempre encuentran la maña y la línea delgada para no hacerlo. Incluso hay tanta soberbia que deciden jugársela cuando hay una línea delgada que pueden caer en la ilegalidad, y deciden que sean las propias autoridades judiciales quienes decidan si cometieron un error y, mientras tanto, nombran al filial subordinado.

A las últimas legislaturas les han corregido la plana no una ni dos veces, sino más por parte de tribunales colegiados y de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, y parece que esta estadística no asusta ni importa porque siguen siendo desaseados en sus procesos.

Ante este panorama tan sombrío lo mínimo que se espera es que quienes recomienden para cualquier cargo público de designación o también de recomendación sean los mejores perfiles, y así se garantiza que su actuar estaría apegado a la ley y a los mínimos por hacer.

Cuando menos está comprobado que dentro del Poder Judicial son muchas las voces que señalan que la carga de trabajo se incrementa cuando llegan personajes sin experiencia en ese rubro y quiénes pagan los platos rotos son los trabajadores de base porque tienen que sacar la chamba, o también los homólogos porque se les acumula el trabajo debido a que son los que conocen cómo funciona y quieren resolver con prontitud y con garantía de estar bien hecho.

Sólo hay que repasar la historia de los nombramientos en entes públicos autónomos para darse cuenta si el que llegó en realidad está trabajando porque conoce lo que debe de hacer o simplemente está esperando a que el tiempo pase, y así no tener problemas para poder, como se dice, nadar de muertito hasta que se acabe su periodo.

El camino de nombramientos tiene una larga historia donde hay muchas similitudes en cómo los designan porque no quieren cambiarlo.

Hay manera de hacerlo con propuestas de ley, y lo que no hay es voluntad política porque no les importa ni lo desean.

Aquí es donde el llamado sería hacer la diferencia cuando menos buscando que quienes deben llegar al cargo sean los más preparados y los mejores para no hacer batallar al otro, y sobre todo, para que no den pena ajena.

Eso además de ser frustrante es muy decepcionante que no haya gente capaz de dirigir las instituciones y que se conozca que su única cualidad es ser amigo, pariente o conocido del que manda.

Y también para que desquiten sus sueldos que no son nada despreciables, al contrario, son muy bien pagados, y por lo tanto la exigencia a las filias debería ser mayor.

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jl/I