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Ser papá en tiempos de la 4T

El cariño de los padres madura de un modo especial cuando llega ese momento en el que la esposa susurra, con más o menos poesía, que ya llega el primero. El esposo, de este modo, se da cuenta de que empieza a ser papá.

En 69 de cada 100 hogares el jefe de familia es hombre y los hogares donde la jefa de familia es mujer, es 28.5 por ciento, de acuerdo con la Encuesta Nacional de los Hogares del Inegi. La población actual en México se estima en 123.6 millones de personas y, en promedio, hay cuatro integrantes por cada hogar.

En la actualidad ser papá en México reviste una gran cantidad de retos y desafíos. Anhelos y tragedias se suceden cotidianamente en las familias mexicanas.

En general, los anhelos de los papás son que sus hijos puedan asistir a la universidad, con un empleo digno y que obtengan una casa, aunque sea modesta. Luchan para que sus hijos no sean delincuentes o drogadictos. Que las hijas se casen bien y puedan acceder a la educación universitaria.

Aspiran a que sus hijos sean emprendedores, que logren desarrollar una pequeña o mediana empresa y sean profesionistas exitosos. Les preocupan el clima de inseguridad, el aumento de feminicidios, el crecimiento de los índices de secuestro y el aumento de la violencia del crimen organizado y desorganizado. Ven en la tecnología oportunidades y amenazas, y una herramienta para elevar el nivel de vida. En su percepción, los papás de hoy entienden la necesidad de cogobernar, de participar activamente como ciudadanos, ven en la corrupción y la impunidad el gran cáncer de México.

Para un padre de familia, que un hijo le pida algo razonable y no poder dárselo es todo un problema. Hoy, el sentimiento de inseguridad, la violencia cotidiana, el secuestro y la desaparición forzada aparecen como tragedias posibles en la mente de los padres de familia.

En la cosmovisión mexica, el padre aconsejaba a su hijo a través de varias alegorías: “Hijo mío, has salido de tu madre, como el pollo del huevo, y creciendo como él, te preparas para volar por el mundo, sin que nos sea dado saber por cuánto tiempo nos concederá el cielo el goce de la piedra preciosa que en ti poseemos; pero sea lo que fuere, procura tu vivir rectamente”.

La primera línea que divide el bien y el mal la marca el padre. Lo que él hace, lo que él dice, lo que él afirma, lo que él niega; en lo que cree, de lo que reniega; si bebe o no bebe; si en la mujer admira más la belleza que la inteligencia; todo eso nutre el corazón de los hijos.

Los psicólogos señalan que el padre no tiene que asumir un papel unisex, como si diese lo mismo ser madre o ser padre. Argumentan que el niño necesita modelos distintos. Percibe la diferencia entre papá y mamá, abuela o abuelo, diferencia que ayuda a desarrollar una sana relación familiar.

Por el contexto laboral actual, un padre que todo el día está fuera, que vive para el trabajo, no podrá ser modelo: será un satélite que los hijos ven llegar y salir con más o menos velocidad, y se comprende que un padre invisible es poco padre.

El escritor jalisciense Eusebio Ruvalcaba describe que “nuestros padres y nuestras madres nos cargan de modo diferente. El padre nos levanta por los aires, como el primer paso para lanzarnos al mundo; la madre nos carga y nos aproxima a ella, hasta acogernos en su regazo y en sus brazos, como evitando la partida de la casa”.

Muchos recordamos que nuestros padres nos cargaban sobre sus hombros, por encima de ellos, para ver el mundo, como para que nos brotaran las alas, para que nos asomáramos al mundo que nos esperaba.

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JJ/i