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AMLO y su concepto de poder

Hace unos días el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, dio a conocer mediante un video los motivos por los que se resiste a mantener una sana distancia con el resto de la población, a pesar de que la pandemia del coronavirus ha tocado a México, y lo peor aún está por llegar.

En su video, el presidente plantea literalmente que “los conservadores quieren que me aísle. Imagínense, no habría conducción o sí, habría conducción de ellos, porque en política no hay vacíos de poder, los vacíos se llenan, y eso es lo que ellos quieren, quieren un vacío para que se apoderen ellos de la conducción política del país, de manera irresponsable”.

Esa declaración, que puede parecer muy lógica para quienes simpatizan con el presidente, desde una perspectiva analítica resulta preocupante, porque deja en claro que el presidente considera que el poder es un atributo personal, algo que solo él mediante su presencia directa puede funcionar, y si no está ahí, entonces se acaba el efecto.

La película mexicana Un embrujo contiene dos secuencias que nos permiten darnos cuenta de la necesidad de que el ejercicio del poder se base en instituciones. En la primera, un hombre aprovecha la visita del presidente Lázaro Cárdenas a un puerto para solicitarle que le sea restituida la plaza de estibador que su padre le heredó, pero que el líder sindical se ha negado a entregarle. Ante esto, el presidente se dirige al líder y le ordena que restituya la plaza, a lo cual este responde afirmativamente, y todos los presentes celebran. En la siguiente secuencia, el hombre se presenta en el muelle a solicitar su plaza, pero el líder sindical le dice que no se la va a entregar, porque el presidente ya se fue, y en su ausencia mandan los integrantes del sindicato.

Lo mismo podría estar ocurriendo en muchos lugares de México. ¿En cuántas regiones del país se obedecerá a López Obrador solo cuando él está ahí, para dejar de lado sus indicaciones una vez que se ausenta? El problema es que justamente el propio presidente ha propiciado eso, al debilitar a las instituciones y organizaciones públicas que podrían ejercer funciones de supervisión del ejercicio de los recursos, de manera que sus indicaciones se atendieran esté o no esté él.

Por otra parte, esa declaración pone de manifiesto que el presidente no tiene un equipo en el que pueda confiar, pues piensa que, si se tuviera que confinar para pasar una cuarentena, los miembros de su gabinete no sabrían qué hacer o de plano lo traicionarían y comenzarían a acatar las órdenes de los conservadores, sean quienes sean.

Habrá quien comente que el presidente hace bien, porque sólo si el pueblo se apropia de su propuesta de transformación se puede asegurar su éxito y continuidad, lo que en parte es cierto. El problema es que, como ya lo apunté, no hay manera de evitar que alguien se apropie de ese discurso, y en ausencia del presidente lleve a cabo acciones que van en contra de su proyecto.

Una consecuencia negativa de la manera en que López Obrador ejerce el poder es que sus actitudes minan la autoridad delegada a sus subordinados. Por ejemplo, le ha restado credibilidad a lo dicho por su subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, Hugo López-Gatell, dado que no atiende sus indicaciones.

Otra consecuencia es que el presidente optó por supervisar personalmente la entrega de obras de infraestructura, necesarias pero pequeñas, en un momento en el que tendría que estar tomando decisiones importantes para asegurar que se cuente con los recursos necesarios para que el coronavirus cause el menor daño posible a toda la nación.

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