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Jueces nuevos renunciando
Porque nos la quitaron
Cuando terminé mis estudios de economía en la Universidad Autónoma de Coahuila, en Torreón, me enfrenté a un escenario incierto. Yo había decidido estudiar economía porque quería entender las causas de la terrible crisis financiera que vivió México a finales de 1994.
Nunca me pregunté seriamente en dónde trabajaría una vez que egresara; mi interés general era conocer el funcionamiento de la economía mexicana y las razones de su subdesarrollo. El problema es que, al egresar, en el Torreón de 1998 no había muchas alternativas para trabajar como economista.
O era el sector público (siempre que tuviera a los conocidos correctos) o en el privado, pero en funciones para las que no estaba preparado: siendo un mal contador o un mal administrador.
Entonces es cuando decidí estudiar un posgrado fuera de Torreón. Es cuando conocí al Centro de Investigación y Docencia Económica o CIDE.
Si bien es cierto que tenía referencias por mis profesores respecto a su prestigio académico, es hasta que quiero ser su estudiante que lo conozco de verdad.
Prácticamente sin dinero ni conocidos en la Ciudad de México me lancé a buscar un lugar en los programas de maestría en economía en tres lugares: El ITAM, El Colegio de México (Colmex) y el CIDE. Los tres mejores lugares para estudiar un posgrado en economía que había (hay) en México.
Nunca importó si yo podía pagar las colegiaturas o si tenía dinero para pagar mi manutención en la capital. Fui, competí y gané un lugar en El Colmex. Y a partir de ahí, cambió mi vida.
Me expuso a profesores de altísimo nivel y compañeros brillantes de todas partes del país. Me mostró el amplísimo mundo de la economía. Siendo un colmeca, siempre consideré que pude haber estudiado en el CIDE y que habría sido igual de feliz.
Los dos son centros públicos de alto nivel académico que reciben estudiantes sin importar si tienen dinero o no. Lo único que importa es su desempeño académico y que logren seguirle el ritmo a profesores y compañeros.
El Colmex me cambió la vida y lo ha hecho con cientos de estudiantes de México. Y el CIDE hace lo mismo: una gran labor de movilidad social a partir de formar cuadros profesionales de primer orden.
Por eso me entristece y enoja mucho lo que el gobierno de López Obrador le ha venido haciendo a estos centros de excelencia. La forma tan grosera en que los han maltratado y, sobre todo, el desprecio por su labor social a México. En lugar de apoyarlos presupuestalmente, e incluso crear más centros de este tipo en otras partes del país, la 4T se ha dedicado a atacarlos.
Presupuestalmente, y ahora institucionalmente, les molesta sobremanera que sean fuente de pensamiento independiente y crítico. No soportan que profesores y estudiantes que sí entienden de datos no salgan a quemarle incienso a las políticas mal hechas de AMLO.
Destruir al CIDE, asfixiarlo financieramente y purgar a su planta de profesores, no hará que la realidad mexicana mejore o que se revierta el fracaso económico del gobierno de López Obrador. Simplemente habrá disminuido una de las pocas y mejores formas de movilidad social que existen en México hoy.
Me entristece además que Conacyt en lugar de expandir, cancele becas al extranjero y sofoque a los centros de investigación. Me apenan mucho los jóvenes egresados de universidades públicas actuales, de regiones remotas y sin recursos, como lo fui yo, pues ahora no puedan luchar por las mismas oportunidades que yo tuve.
Esa será, sin duda, una de las peores herencias del gobierno de López Obrador.
Twitter: @Israel_Macias
jl/I