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Una solicitud de perdón

El 1 de marzo el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, envió sendas misivas al papa Francisco, cabeza de la Iglesia católica, y a Felipe VI, rey de España. El lunes 25, en su conferencia mañanera, el presidente hace público el envío de las cartas y habla sobre su contenido. A su manera, en términos llanos, expresa que la intención de las misivas era la solicitud para que tanto la corona española como la Iglesia católica pidieran perdón, por los abusos y excesos cometidos hacia los pueblos originarios durante la Conquista y la Evangelización, ubicaba esta solicitud en el marco de las efemérides a conmemorar en 2021: el quinto centenario de la caída de Tenochtitlán y el segundo de la consumación de la Independencia en México.

Esa tarde, en un acto celebrado en Centla, Tabasco, recordó que en ese lugar, el 14 de marzo de 1519, las huestes de Hernán Cortés derrotaron a los indígenas mayas-chontales en su intento por frenar el avance de los españoles y abundó en que el motivo de las cartas era invitar a la corona española y a la iglesia para “que juntos hagamos una revisión histórica de los agravios sufridos por los pueblos originarios durante la invasión española y en el inicio de la época del México independiente, hace 200 años. El propósito no es resucitar diferendos, sino hermanarnos en la reconciliación histórica”. Luego de estas declaraciones, el gobierno español, que no había dado respuesta a la carta del presidente mexicano, publicó un comunicado en el que expresaban su rechazo “con toda firmeza” al contenido de la carta, con el argumento de que los acontecimientos sucedidos hace 500 años, “no pueden juzgarse a la luz de consideraciones contemporáneas”.

La reacción del gobierno español, ya que la corona ha guardado silencio, se antoja desproporcionada a la invitación de realizar conjuntamente una revisión de la historia, y su intervención contribuyó a generar y atizar un clima de crispación en un país marcado por la polarización entre los partidarios y opositores al gobierno de Andrés Manuel y al proyecto de la cuarta transformación.

La iniciativa del presidente ha puesto de manifiesto la profundidad de los desacuerdos que subsisten sobre nuestro pasado histórico, no solamente entre ambos países, sino entre los habitantes al interior de los mismos. Existen una discrepancia sustancial y versiones contradictorias respecto a los hechos acaecidos durante la Conquista y la Independencia. Existe una historia oficial que se ha encargado de justificar, e incluso sublimizar, la brutalidad de las acciones cometidas durante estos eventos.

Así, califican como “encuentro de dos mundos” o de “fusión cultural” a la dominación y avasallamiento que los conquistadores ejercieron sobre los pueblos originarios. Llaman sincretismo a la destrucción de sus creencias y rituales mediante la imposición de la religión católica. Presumen de un proceso civilizatorio que se materializó en el despojo de sus territorios, el saqueo de los recursos naturales y la destrucción de sus edificios y ciudades. Tenochtitlán desapareció de la faz de la tierra, Cuzco fue severamente mutilado; si Machu Picchu subsiste es porque los invasores nunca supieron de su existencia. Frente a esta historia oficial existe otra, anclada en la resistencia y que pugna por llamar las cosas por su nombre.

Desde esta perspectiva suena sensata la invitación a la corona española –que no al gobierno– a pedir perdón por el genocidio realizado sobre los pueblos originarios, que en términos estrictos fueron exterminados. Sus descendientes son ahora los vestigios de aquellas civilizaciones que, también es cierto, subsisten en condiciones de pobreza y marginación en los estados nacionales. Los países de América Latina, no solamente México, tienen una deuda histórica con sus indígenas. Los beneficios de la independencia propulsada y consumada por los criollos, no han permeado hacia los pueblos originarios.

La crispación actual también exhibe serias deficiencias en la comunicación entre ambas naciones. Lamentable la respuesta del gobierno español, pero también lamentable el manejo diplomático del gobierno mexicano. Una solicitud de perdón se transformó en un motivo de confrontación.

@fracegon

da/i