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Los bosques arden, las ciudades se asfixian

Hace algunos años muy probablemente a los incendios forestales podríamos haberlos catalogado como desastres naturales; hoy sabemos que los propician condiciones del clima, la naturaleza, pero sobre todo la acción y pasividad humanas. A decir de los conocedores, 99 por ciento de los incendios forestales son provocados. Prácticas agrícolas como la roza, tumba y quema sirven para limpiar los terrenos de los desperdicios, rastrojo, sobrantes de siembras pasadas, pero con frecuencia destruyen parte de los bosques para modificar los usos de suelo, cambiar cultivos, sembrar casas en lugar de semillas. Lo grave es que cada vez con mayor frecuencia estas actividades se salen de control, a veces por descuido, pero reiteradamente con la mala intención de provocar que las tierras se utilicen con fines lucrativos, sin importar las consecuencias para el medio ambiente, provocando mayor contaminación para el aire, el agua y sobre todo un perjuicio en nuestra salud.

Las contingencias se agudizan porque los incendios y las altas temperaturas impiden que el aire circule y se dispersen las partículas contaminantes. Es fácil comprender que si además de estos factores sumamos una alta concentración de la población en grandes ciudades, en donde se agrega al riesgo socio-ambiental una gran cantidad de gases contaminantes de muchos vehículos que deben recorrer cada vez mayores distancias, desechos industriales, agua no tratada y desperdicios que no son debidamente separados y reciclados, el riesgo se incrementa y se convierte en una seria amenaza para quienes nos sentimos orgullosos de poblar estas grandes metrópolis, pero hacemos muy poco por amortiguar los riesgos para nuestra salud.

El fin de semana pasado se encendieron los bosques; las sirenas nos volvieron a alertar. Lamentablemente hasta que la lumbre nos llega a los aparejos de las ciudades es cuando nos reactivamos, pero poco nos anticipamos o no hacemos lo suficiente para que los riesgos propios del estiaje disminuyan y no se conviertan en una amenaza para la salud o factor para el incremento de la contaminación y el calentamiento del planeta.

De acuerdo con información de la Conafor, de enero al 9 de mayo se registraron 4 mil 425 incendios en 30 estados, afectando 152 mil 952 hectáreas. El mapa que se presenta en la edición del 14 de mayo nos deja ver a la mitad del país en llamas (El Diario NTR). La Ciudad de México se mantuvo una semana completa bajo la nube gris de la contingencia ambiental, se suspendieron clases, actividades al aire libre. En síntesis, se alteró la vida de la capital del país.

En Jalisco, Agustín del Castillo, Violeta Meléndez y Adrián Montiel nos ofrecieron en la semana información detallada sobre los incendios en cada una de las regiones y los bosques más afectados: La Primavera, El Nixticuil, Cerro Viejo, Nevado de Colima… El registro es de 13 mil 311 hectáreas afectadas por 256 incendios; lo grave es que 57 por ciento de la superficie afectada se acumuló en los primeros días de mayo, y cada año la frecuencia y severidad de los incendios se incrementa.

Ante un escenario poco alentador, se prefigura ya una estrategia que además de fortalecer la educación ambiental de los jaliscienses contempla la creación de una zona de amortiguamiento, un cinturón de 25 poblaciones aledañas a La Primavera. Veda de fraccionamientos que disminuya la presión inmobiliaria. Creación y conservación de corredores biológicos y áreas municipales protegidas; regulación de áreas agroindustriales alrededor de los bosques y armonizar el ordenamiento territorial vigente y las actividades recreativas en las zonas protegidas.

La fase crítica aún latente debería hacernos reflexionar a autoridades, instituciones y organizaciones para poner manos a la obra con respecto al cuidado, aprovechamiento y conservación de nuestros bosques que son fuente de vida para todo el estado y particularmente el área metropolitana.

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da/i