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La Guardia necesita instintos policiales

Hay muestras de que la gente espera mucho de la Guardia Nacional en Jalisco, pero también de que no confía en ella. Dicen que es más de lo mismo.

De entrada son militares, predominantemente, haciendo labores policiales. Los policías municipales y estatales de Jalisco, a 11 años de la reforma penal del 18 de junio de 2008, no han terminado de capacitarse para cumplir sus funciones.

Los cursos intensivos de unos meses que recibieron los nuevos guardias nacionales, antes pertenecientes al Ejército, a la Marina y a la Policía Federal, no son suficientes para prepararlos en todo lo que implica el sistema penal acusatorio y la actuación policial.

La expectativa es que haya muchas detenciones, aseguramientos y operativos, pero eso sería arriesgado en lo procesal. Sin los conocimientos completos de las funciones de primer respondiente, de policía con capacidades de procesar o de investigación conjunta, por ejemplo, los resultados pueden ser vistosos, pero poco fundamentados. Es decir, que se les caigan los asuntos en los juzgados.

Desde los primeros días de patrullaje se han dado a conocer algunas acciones policiales como personas detenidas o vehículos asegurados, como si se tuviera la necesidad de demostrar de inmediato los resultados del nuevo modelo de seguridad militarizada.

Ser policía requiere cierto instinto. Ser soldado o marino requiere instintos completamente distintos. No es sólo el entrenamiento, sino ya una forma de ser y, sobre todo, de reaccionar ante una situación.

La Ley de la Guardia Nacional y sus leyes secundarias le han otorgado una gama de atribuciones tan amplia que parece abarcarlo todo: prevención de delitos y de faltas administrativas, revisiones precautorias, detenciones, investigación, inteligencia, intervención de comunicaciones, operaciones encubiertas, salvaguarda de los bienes y recursos de la nación y de las personas, entre otras.

Se requeriría una formación especializada para cada una de las funciones señaladas, con divisiones dedicadas a cada tipo, para un óptimo desempeño. Pero no lo tienen. A muchos de los guardias les aventaron un uniforme cuatro tallas más grande que la suya con la insignia de la nueva corporación y los mandaron a cuarteles en territorios desconocidos para ellos.

Y están los policías federales que se rehúsan a aceptar la disolución de una institución sólida que sirvió a la nación durante 91 años. El brinco de la Policía Federal a la Guardia ha sido traumático, más allá de las prestaciones y los sueldos todavía en duda.

Los integrantes de la Guardia Nacional parecen decepcionados del cambio en sus carreras y de sus improvisadas condiciones de trabajo, y eso podría afectar la percepción del pueblo.

Es cierto que los índices de confianza en encuestas de Inegi han dado las mayores puntuaciones a la Marina y al Ejército, después a la Policía Federal, pero ello no garantiza que la nueva institución de seguridad gozará de esa credibilidad gratuitamente.

La solución para el gobierno central parece enfatizar los primeros resultados, pero sería mejor una apuesta a futuro sin precipitar las acciones.

Los guardias no están para meterse de lleno a su rol de policías, pero pueden aprender en el patrullaje y las operaciones conjuntas con las corporaciones civiles. Eso es lo que están haciendo ahora y podría ser un laboratorio fructífero si todos los policías con quienes participan estuvieran adecuadamente preparados. Podrían, en una realidad alterna.

Ante ese panorama, no esperaría mucho de la Guardia Nacional porque tienen los conocimientos de las armas y de las tácticas, pero no el conocimiento de la gente ni el instinto del policía.

@levario_j

JJ/I