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‘Hasta los dientes’: resumen de un sexenio

El reloj de la videocámara marca las 00:55:29 y un joven, visiblemente asustado, ingresa corriendo al pasillo del Tec de Monterrey rumbo al interior de las instalaciones, desaparece momentáneamente, pero casi de inmediato regresa todavía corriendo sobre sus pasos y se dirige hacia la caseta de ingreso, al tiempo de que se aprecia el humo generado por la detonación de armas de fuego. Segundos después, un grupo de soldados toma el control del sitio y el video es desconectado. Era la madrugada del 19 de marzo de 2010. No imagino otro material que tenga la capacidad de condensar, en tan breve lapso, el fracaso de la política de seguridad implementada por el gobierno de Felipe Calderón.

Las imágenes marcan el inicio del documental Hasta los dientes, dirigido por Alberto Arnaut, en el cual recrea y contextualiza el evento en el que dos estudiantes fueron abatidos por soldados del Ejército nacional, mismos que en un primer momento fueron identificados, de acuerdo con la versión oficial del Estado mexicano, como sicarios. El documental echa en tierra la versión y exhibe, con datos duros y dolorosos, las consecuencias desastrosas de la llamada guerra contra el narcotráfico. Por una parte nos muestra el largo y sinuoso camino que han transitado los padres y familiares de los estudiantes asesinados, en busca de la justicia. Por la otra, documenta puntualmente la cuestionable y condenable actuación de las instituciones de gobierno, judiciales, militares, medios de comunicación y educativas, que van desde minimización de los hechos hasta la alteración de la escena del crimen.

Gracias al documental, ahora sabemos que el joven que aparece en la imagen se llamaba Jorge Antonio Mercado Alonso y que regresó corriendo para auxiliar a su amigo Javier Francisco Arredondo Verdugo, que había sido alcanzado por las balas militares y se encontraba tendido a un lado de la caseta de ingreso. Ese gesto de solidaridad significó su muerte. Pero también, y lo que resulta más relevante, gracias al documental se puede apreciar el entramado institucional, que a manera de confabulación, se instauró para justificar los daños personales y sociales, ocasionados por una política de Estado que se ha manifestado en el tiempo como errática y fallida.

El documental suministra evidencias contundentes sobre las fallas institucionales. La siembra de armas en manos de los estudiantes, “iban armados hasta los dientes”, para justificar la ejecución extrajudicial. La reticencia ministerial para suministrar datos a los padres sobre el paradero de sus hijos. La adopción acrítica sobre su condición de sicarios y su difusión por los grandes medios. La declaración de Fernando Gómez Mont, titular de la PGR, exculpando a las fuerzas armadas y responsabilizando al crimen organizado. La parálisis, que raya en la subordinación, de las autoridades universitarias para el esclarecimiento y denuncia de los hechos. Pero, sobre todo, la ausencia ostensible, el silencio cómplice de quien se encontraba al frente del Ejecutivo del Estado, y por tanto responsable, en última instancia, de los hechos acaecidos.

Casi al final del documental, el padre de Jorge Antonio recuerda que al evento del Tec, realizado a instancias de la presión estudiantil, acudió Margarita Zavala, y dice: “Iba con nosotros… con todo el dolor y ella se sumó al dolor, se sumó a las lágrimas… o sea, pero ¿qué?... ¿qué?... ¿movió un dedo?, no, hombre, ni se despintó la uña siquiera”.

El pasado 9 de marzo, tras nueve años, Olga Sánchez Cordero, titular de la Segob, en nombre del Estado mexicano ofreció una disculpa pública a los familiares y amigos por el asesinato de los estudiantes.

@fracegon

JJ/I