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La ladrona de bodas

La Policía de Texas busca a una mujer que se hizo pasar por invitada a por lo menos cuatro bodas para robarse los regalos de los novios.

En Internet hay fotos de la sospechosa y se fijó una recompensa: esta mujer es como si se hubiera robado la Navidad, cuentan entre sollozos las víctimas de lo ocurrido.

Y, amén de cómo vaya a terminar la noticia, me parece que pudo haber comenzado en un simple juego: imagino a la mujer de las fotos botada de la risa, quizás ni siquiera abrió los regalos: sólo lo hizo por divertirse.

Siempre he sido partidario de la estafa inocua, de cuando los niños tocan el timbre y salen corriendo, o cuando dices un nombre falso al adolescente que lo escribe en tu vaso en la cafetería: pequeños montajes, quid pro quó inofensivos que desafían en partida amistosa a la realidad.

Cuando estaba en la universidad, por ejemplo, solía colarme en cierta funeraria cercana a Chapu algunos sábados de fines de quincena, iba directo a la cafetera cuidándome de no ver a los ojos a los deudos llorosos, me servía del horrible aromático requemado y pasaba algo de la velada con cara de que la vida se me iba y dándole mordiditas al borde de mi vaso de unisel.

Y no le hice daño a nadie: el anfitrión era un fiambre y los demás estaban ocupados en hacer pasar la noche y dejar bien en claro que lloraban.

Es que hay una fascinación en hacerse pasar por quien no se es. Lo sabemos desde niños, cuando nos toca ser el árbol en la obra de teatro y vemos dolorosamente cómo el mundo sigue la historia sin nosotros.

Pero también lo saben las redes sociales y las app cuando nos piden una foto de avatar: el tipo abrazando a un cachorro apestoso para ganar match, la chica que jamás hace ejercicio pero sale en leggins y yoga de facsímil. Lo sabemos todos: es el mundo de la simulación aspiracional.

Propondría la creación de un Tínder más sincero, por lo tanto, completamente falso: acá también puedes ser doctor si quieres, o contar con tu propio negocio, uno que facture; te cambias el nombre, pero también ciertos modos, tu actitud ante la vida y te deshaces de inseguridades: siempre sabrás que tu pareja está mintiendo y haces todo por alimentar a tu propio personaje: la regla es no salir de él.

Aunque habrá quien se enamore y se salga. Y la pareja que se conoció siendo él ladrón de bitcoins y ella prostituta y espía terminan siendo en realidad un diseñador gráfico y la dueña de una tienda de ropa.

Tal vez hasta lleguen a casarse. Y entonces estarán mejor preparados para identificar a cualquier vivales que se cuele en su boda para birlarles sus regalos.

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JJ/I