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Quinto Patio

Ahora sí que nos cayó el chahuistle… que diga, el coronavirus. Era esperado. Llegó y empezó con los primeros dos enfermos detectados este fin de semana. De ahí en adelante, la vida personal y social en Jalisco empieza a sufrir un vuelco. Guardar una sana distancia con otras personas será esencial; alejarse de las multitudes, una necesidad; asearse continuamente las manos, un hábito; mantenerse informados diariamente, un imperativo; bajarle dos rayitas a la paranoia, una exigencia de salud y tranquilidad mental; y no sumarse a las compras de pánico, un ahorro.

Peeeeeero no sólo eso. Implica también identificar y desechar los mensajes desorientadores en redes sociales, lo cual requerirá atención cotidiana; evitar viajar en medida de lo posible, pues no son vacaciones y eso debe quedar claro; convertir los hogares en algo similar a un monasterio de claustro, obligatorio, como parte de la “jornada nacional de sana distancia”; poner especiales cuidados a niños, embarazadas, ancianos y enfermos crónicos, como un acto preventivo; estar atentos a las indicaciones de las autoridades de Salud, con disciplina de militar. Tomemos nota.

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El gobernador Enrique Alfaro anunció ayer que se suspenden las clases en educación básica, media superior y superior docente a partir del martes 17, luego del puentecito. Es decir que si el gobierno federal espera –la Secretaría de Educación Pública, dijo el sábado que el viernes 20 era el último día de clases–, el gobierno del estado lo hará antes, cuatro días antes, para enfrentar a ese villano de la salud pública llamado coronavirus. Implica que sigan en sus casas, hasta el 20 de abril, 1.9 millones de alumnos, chamacos y chamacas, de poco más de 14 mil planteles educativos.

En su clásico tono, Alfaro dijo que no está de acuerdo (“lo digo con respeto”, advirtió) con la forma en que el gobierno federal ha abordado el problema del “aislamiento social” para enfrentar la propagación del virus. Son medidas que se deben tomar “a tiempo y de manera correcta” (traducción: no lo ha hecho el Ejecutivo federal); suspender clases a partir del 23 de marzo “es una decisión equivocada” (de la SEP, claro); “aplazar la suspensión de clases es un absurdo” (del gobierno federal, of course); Jalisco no va a ser “omiso” (traducción 2: como la administración de AMLO); no compartimos el mensaje de que hay que estar “tranquilos” (como ha dicho López Obrador, pues), ya que en Jalisco “tomamos en serio las cosas” (¿me estás oyendo, Pejesidente?). ¿Quedó claro el mensaje político?

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Se nos quedó en el tintero la semana pasada que, durante la reunión del consejo directivo de la Concamin, al diputado Salvador Caro le tocó sentarse justo al lado, y en la mesa principal, con Alejandro Robledo, subsecretario de Seguridad Pública y representante de Alfonso Durazo. Cuentan que el funcionario federal comenzó a hablar de los cuerpos policiacos, el servicio profesional de carrera, los exámenes de control de confianza, el incremento salarial, la reducción de horas de trabajo, la adquisición de los mejores uniformes, entre otros temas.

Dicen que el legislador naranja mejor agarró los cubiertos y les dijo buen provecho, pareciera que queriendo olvidar o hacer caso omiso de su paso por la Comisaría de Guadalajara. O sea, mejor se puso a comer ensalada del campo, pechuga de pollo rostizada con esquites y de postre pastel de elote con cajeta de Sayula. Y que, al finalizar el evento y entre pasillos, Salvador Caro dijo algo así como “lo bueno es que los empresarios tienen muy mala memoria”. Y, efectivamente, sí, nadie se acordó de su paso como sheriff tapatío. Que si no… ¡Uf!

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jl/I