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Otras prioridades

La mañana del viernes 4 de junio, dos días antes de las elecciones intermedias más grandes en la historia de México, una pareja de adultos de más de 65 años y su hija esperaban su turno para vacunarse contra la Covid-19 en la farmacia CVS, en la esquina de la avenida Davis de Dallas, Texas. 

Habían volado desde la Ciudad de México solo para vacunarse. Tenían como identificación sus visas de turista. 

El señor, un hombre blanco, cabello castaño, ojos azules y piel bronceada al estilo Luis Miguel, en un momento de la espera me escuchó hablar español con una amiga y me preguntó que de dónde era. 

Le dije que era mexicana y que vivía en Dallas. 

Yo le pregunté de manera natural por qué si tenía más de 60 no se había vacunado en México. 

“Noooo, en México ponen agua, no confiamos en el gobierno del país”, me contestó el señor con tono fresa, whitexican (mexicanos de clase media-alta hacia arriba, casi siempre de piel blanca). 

“¿Agua?”, le dije. “¿En qué lugares?”. 

“En varios lugares, sabemos de muchos casos, les inyectan solo agua”, me respondió el señor acercándose un poco más, como si quisiera contar un secreto. 

Por un lado, dijo esto del engaño, la desconfianza, pero por otro lado no habló nada de la votación del domingo. 

Creo que no leyó a Eduardo El Chachas Caccia, el columnista de Reforma que escribió esa de “¡Vas, carnal!”, o bueno, es que tampoco iba dirigida para él; el articulista le escribía al del “chivo”, al que se la “rifa”, al que lleva “lana al cantón, ganada con esfuerzo”, al que toma “dos o tres camiones para llegar a la planta”. En este caso no, el señor y su familia se habían trasladado en un avión de ida y vuelta. 

Mientras conversábamos en esos pocos minutos, otra pareja joven de México, una chica delgada con un sombrero para el sol y un muchacho con una mochila de viaje en la espalda, mostraban sus pasaportes mexicanos a la empleada de la farmacia encargada del registro de vacunación, una joven afroamericana. 

Para vacunarte en Texas sólo necesitas una identificación oficial y en algunos casos llegas directo y ni siquiera requieres de una cita. El señor fresa, su esposa y su hija sí tenían un horario establecido previamente por internet, pero tres jóvenes que llegaron después, no. 

Sabemos que para que una persona sea vacunada en México debe pasar por un registro previo del sistema de gobierno: se asigna una fecha y no hay una opción de elegir cuál vacuna te toca. 

En Texas, en algunos lugares como en el CVS donde estamos, las personas tienen oportunidad de elegir entre Pfizer, Moderna y Johnson and Johnson. Vacunación a la carta. 

La mayoría de las personas con las que he hablado y llegan de México optan aquí por la Johnson and Johnson. Es una inyección de una sola dosis y quien se la pone puede volver al país en el mismo día o quedarse a turistear o irse de compras a un shopping mall. 

Algo importante que deben saber quienes vienen de México a vacunarse es que no hay costo, la vacuna es gratis. Una joven me dijo que hay agencias de viajes que cobran hasta 450 dólares extra solo por programar la cita. 

Venir hasta acá a vacunarse es algo que muy poca gente puede costear. En lo personal, celebro que lo hagan, porque entre más personas vacunadas hay menos contagio, menos muertes, menos dolor y menos duelo. Y además, porque el gobierno de Joe Biden acaparó millones de dosis. Qué bueno que extranjeros tengan la oportunidad de acceder a una vacuna aquí por las razones que sean, pero que sea en días de votación, en medio de una situación tan compleja en México, con tantos candidatos asesinados en días previos, me deja pensando mucho. 

Porque entre las prioridades de los turistas en la fila de la farmacia texana –whitexican y otros que no lo son– no está el sufragio; su prioridad es sobrevivir. 

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jl/I