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Don Felipe Garrido y sus dos mil poesías

Don Felipe Garrido, miembro numerario y baluarte de la Academia Mexicana de la Lengua, benemérita institución que se ha convertido en un verdadero puntal de las letras y, por ende, de la cultura de nuestro país, acaba de culminar toda una hazaña.

Él es un intelectual que, independientemente de sus filias y sus fobias, y gusto por las muy buenas letras, tiene una gran preocupación por la difusión de éstas en todos los ámbitos. Puede hablarse de sus espléndidos libros para niños y jóvenes, y por llevar libros a lugares recónditos, mas aparte de eso, hace cinco años y medio que diariamente, coadyuvado con el gran editor Miguel Ángel Porrúa, le hace llegar una poesía en nuestra lengua a un enorme número de lectores.

Lo hace por la vía electrónica y, como es un trasnochado, suele realizar el envío a altas horas de la noche o, si se prefiere, a las primeras horas de la madrugada, de manera que acompaña el despertar de todos los favorecidos con este “servicio de entrega” totalmente gratuito en el teléfono celular.

Sin mayor presión, como si fuera lo más natural, lo mismo que antiguamente era el rezo del padre nuestro a primera hora del día, los beneficiados pueden tener acceso a una buena poesía en nuestra lengua.

Obviamente, para resistir este paso, se requiere ser un extraordinario conocedor del género y un enamorado del mismo. El encanto resulta mayor, porque Garrido no tiene género aborrecido, de manera que el repertorio recorre toda la escala social de las composiciones poéticas con un aguzado respeto por toda ella. Podríamos decir, a manera de muestra, que ha recorrido todos los escalones y rincones, desde Góngora a Chava Flores.

Ahora que, se nota que tiene sus preferencias por ciertos poetas mexicanos como Carlos Pellicer, sin embargo tampoco exagera en ello. Pero satisfizo mi curiosidad por saber de quién sería el objeto de la entrega número 2 mil, aunque tenía la sospecha de que sería precisamente el ilustre tabasqueño. Y confirmó mi sospecha: el 18 de noviembre resultó que, aparecieron Cedro y caoba y Noche en el agua, unas poesías poco conocidas de don Carlos. Pero no para: ahora se está acercando a las 2020.

Lo más notable y, ¿por qué no decirlo? extraordinario de esta empresa de mi entrañable amigo Felipe, nacido por cierto en Guadalajara, en 1942, aunque se crio en el norte y también en el sur, es la perseverancia: una cualidad rarísima en nuestro medio, especialmente en el mundo intelectual. En el caso de Garrido ello se debe al interés enorme que él mismo tiene en la difusión de la literatura. Ello explica que la secuencia sea tan larga.

También surgió el temor de que después de su bimilenaria emisión despertaríamos con la noticia de que la empresa había llegado a su fin, de manera que, temprano en la mañana del 19 de noviembre, lo primero que hice fue asomarme al celular y verificar, con enorme satisfacción, que me esperaba la entrega 2001 que, para remachar su preferencia por Pellicer, consistió también en una obra de éste: Yo no sé qué tiene el mar, Vacaciones y Oda al sol de París, y luego ha seguido la marcha como si nada en pos del tercer milenio. Espero tener el gusto de estar todavía presente cuando ello acontezca.

También vale señalar, que habitualmente, aparecen comentarios de lectores, como los de Adolfo Castañón, que son los más frecuentes y muy interesantes, también. Hay que tener presente que Castañón tampoco “canta mal las rancheras”.

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jl/I