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A la UdeG 'le urge democratizarse': Levario Turcott

(Foto: Especial)

El cacicazgo, con sus contenidos de abuso de poder y control político, violencia selectiva y amenazas, campañas de calumnias y difamación, es sin duda parte de la herencia de Raúl Padilla López en la Universidad de Guadalajara (UdeG), advierte el periodista y escritor Marco Levario Turcott, quien ostentara durante el aciago año 2008 el cargo de secretario técnico, en la fase final del breve rectorado de Carlos Briseño Torres.

Por ello, consideró que es muy importante, tras el fallecimiento de Raúl Padilla, que la Casa de Estudios alcance al fin la anhelada democratización que el largo padillato impidió.

De Padilla López lamentó la muerte y reconoció los logros positivos de la larga hegemonía de quien fuera rector entre 1989 y 1995, para luego asumirse en el jefe político de la Casa de Estudios: las instituciones culturales, la reforma administrativa, la expansión de la red por todo el territorio de Jalisco, el impulso de la investigación, que en algunos casos llega “a la excelencia”; pero eso no entierra el lado oscuro de un control político y abuso de poder que Levario Turcott considera haber vivido como muy pocos, al acompañar a Briseño Torres en la aventura de sostener sus derechos, tras la defenestración del ex rector en 2008.

“Viví de cerca la Universidad de Guadalajara, el significado de Raúl Padilla; sin duda es un personaje muy importante para la UdeG; cualquier personaje de esta relevancia no puede dejar de estar sujeto a los claroscuros, a mí me constan […] yo me he enfrentado a esa visión caciquil que él tuvo durante muchas décadas en la UdeG, y tal vez haya que hacer precisiones, pero no vengo a acusar a nadie, sino a presentar un testimonio con plena honradez”, dice el integrante de la reviste Etcétera en un video difundido en sus redes sociales.

“No dejo de señalar los aportes que tuvo como reformador de la institución, la adecuación a la modernidad, y sin dejar de reiterar que también fue un brazo financiero para distintos sectores académicos y culturales, pero hay que señalar que se adueñó de la universidad”, y que ejerció un poder que llegó a la violencia en su caso, en que sufrió un atentado físico y un hostigamiento mediático, en el que señaló a la periodista Carmen Aristegui de prestarse, “y que violó mi derecho al no darme mi derecho de réplica”.

Su historia: en 2007, dejó su trabajo en la revista Etcétera tras recibir la oferta de sumarse a la Casa de Estudios, “me entusiasmó mucho, venía una reforma curricular, y cambios en el tema de transparencia”.

Fue cuando se topó con la realidad: Briseño Torres había llegado a la rectoría por su amistad con Raúl Padilla. El entonces rector creyó que podría sacar adelante una versión institucional ya sin la tutela del jefe político, y “el encontronazo fue inevitable; se requiebra el grupo universidad, y se dieron situaciones muy duras, como la destitución del rector, que me consta fue ilegal, a fuerza de amagos y amenazas que perpetraron este acto vil; a partir de ese momento empezó a movilizarse y a lo legal, pero lo he dicho muchas veces antes, Briseño Torres cometió muchos errores contra su equipo, “muchos desplantes autoritarios y groseros”.

Al final, “nos quedamos solos él y este chilango, que fue objeto de muchas campañas difamatorias y calumniosas; Padilla tenía una extraordinaria relación con Carmen Aristegui, y la utilizó para calumniarme, que yo había desviado dinero para la revista Etcétera. El asunto se aclaró hace mucho: yo nunca tuve el poder de hacerlo, en Etcétera muchas universidades, como la UdeG, ya se anunciaban antes de que yo me integrara a la universidad; pero Aristegui se hizo cargo de la difamación y no me permitió el derecho de réplica, Felipe Chao, de MVS, puede dar testimonio de eso […] esa experiencia fue decisiva, allí nació mi libro El periodismo de ficción de Carmen Aristegui. Sabía yo que Carmen Aristegui había dejado muchas víctimas, y yo era una de ellas…”.

Fue un periplo final desgastante y sin recursos, hasta que llegó la estocada. El ministro Ortiz Mayagoitia no me dejaría mentir: “nos decía que en un país de leyes, Carlos Briseño Torres nunca habría sido destituido […] esa tarde me despedí de Carlos, solos, derrotados, todo lo que había rodeado al poder se le había agotado, y sin duda aquello alejados de este señor grosero, como sin duda era Briseño, lo dejaron solos, triste y desvencijado. No fue mi amigo, pero estábamos juntos, en mi caso, por restablecer el orden, la ley. Perdimos”.

Levario Turcott no juzga a quienes dejaron la causa briseñista: “yo entendía a quienes no se quedaron, unos por miedo, otros porque los habían maiceado, otros porque les debía dinero, otros porque los había maltratado, otros fueron cooptados por Padilla. Es la complejidad de la vida”.

Levario Turcott señaló que todos los de la administración fueron liquidados conforme a la ley, pero no en su caso. “Me debían una liquidación de 350 mil pesos, pero yo nunca la reclamé”. La parte final del trago amargo fue una reunión en el Hotel Presidente de la Ciudad de México, con Javier Jaramillo y Trinidad Padilla López. “No hubo más de parte de Trinidad Padilla que un reconocimiento; me dijo que así era la política, que cada quien se quedara con su golpe, que la campaña de difamación no había sido personal, porque así es la política. Poco después, las autoridades de la UdeG reconocieron que no había alguna irregularidad en mi gestión”.

Para Levario Turcott, el suicidio de Carlos Briseño “yo siempre estuve seguro, completamente, de que había sido una determinación personalísima de Carlos Briseño, y con su ausencia se acabó para mi este asunto […] salí muy lastimado, golpes recibidos tanto físicos como personales, la campaña a la que estuve sujeto; algunos estarán satisfechos de que no le deben nada a Briseño, otros tendrán la vergüenza, otros seguramente fueron amenazados, entiendo bien las dimensiones humanos, mi testimonio no juzga a nadie, solo expongo mi experiencia”.

Sobre Raúl Padilla, “para algunos fue benefactor; para mí fue un cacique, lo dije cuando estaba en vida, y ahora, aunque lamento su ausencia porque una cosa son las diferencias y otra es la vida, desear la aniquilación de otro, jamás […] para la Universidad de Guadalajara, considero que se requiere una reforma, que deje de ser presa de las cuotas de poder, que se comporte como universidad pública […] yo le mando un abrazo a Trino Padilla, a sus deudos y familiares, pero con mi convicción: es un lastre el poder enquistado en la UdeG, espero que lleve a cabo su propia democratización”.

EH