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La corrupción también mata biodiversidad

En un contexto donde la comunidad científica discute detenidamente si los impactos del ser humano en la biósfera son tan contundentes como para denominar Antropoceno al periodo geológico actual, sin llegar todavía a un consenso aunque sí hay un reconocimiento de lo que ya ha causado en la atmósfera y en la extinción de especies, en México seguimos dando motivos para convencer a cualquiera de los alcances que puede tener la negligencia y corrupción humana en los ecosistemas.

Me refiero a lo que ha pasado con la vaquita marina, no solamente en las últimas décadas sino en el último año. Según dio a conocer el viernes la Auditoría Superior de la Federación hubo desvíos por 7 millones 228 mil pesos del programa destinado a su recuperación, que debió ser entregado a pescadores como compensación por la suspensión temporal de pesca, pero que llegó a manos de personas que ya murieron, a beneficiarios duplicados y otros que ni siquiera radican en comunidades de Baja California donde se distribuye el cetáceo.

Es decir, no conforme con que el programa asistencialista de “rescate” a la vaquita marina fue altamente criticado por especialistas, porque en realidad solo daba dinero a pescadores que evitaban capturar en zonas críticas, en lugar de incentivar a quienes hicieran un cambio a buenas prácticas pesqueras, fue manoseado y corrompido.

Parte del dinero que debía llegar a un destino para tratar de disminuir la captura incidental del mamífero endémico del Mar de Cortés simplemente no llegó completo. La gota que derramó el vaso.

¿Cuál es el estado de la vaquita marina en Baja California actualmente? Crítico. La principal amenaza para su continuidad es la pesca ilegal de totoaba, un pez endémico en el Alto Golfo de California para ser vendido en el mercado chino porque atribuyen irreales propiedades medicinales a su vejiga natatoria. Si bien los peces son el objetivo, la vaquita queda enredada en las trampas y muere de inmediato.

Aunque se estima conservadoramente que solo en el 2017 fueron capturados de forma ilegal 21 mil ejemplares de totoaba, especie en riesgo de extinción en la NOM-059-Semarnat y en veda desde 1975, está en ventaja biológica en comparación con la vaquita marina, cuyas características la tienen condenada a un escenario bastante desolador.

En común ambas especies tienen que su expectativa de vida es de 20 años y comienza su madurez sexual a partir de los 3 a 5 años, pero la enorme diferencia es que uno es pez y el otro un mamífero, lo que significa que su reproducción y biología es abismalmente disímil. Mientras la totoaba tiene cientos de crías por hembra, la vaquita marina tiene una cada dos años, es decir, si se extrae un porcentaje importante de un cardumen de totoaba es posible que se recupere esa población para la siguiente temporada, mientras que extraer una sola hembra de vaquita, con su mermada población, compromete su subsistencia.

Lo peor, últimas estimaciones hablan de solamente 15 especies vivas en toda el área de distribución de la marsopa, es decir, de uno de los cetáceos más pequeños que existen, lo que la estaría llevando a un inminente proceso denominado deriva génica. Este surge cuando hay un dramático descenso de individuos de una población e implica la pérdida definitiva de variedad de genes que condenan a la especie a un empobrecimiento en su acervo genético, necesario para la adaptación del grupo a cambios ambientales y para evolucionar.

La vaquita está en un cuello de botella genético que no es imposible de revertir, pero que sí ha comprometido ya a una buena parte de material genético rico en posibilidades de supervivencia hacia el futuro. Si no se detiene la cadena de exterminio en el Alto Golfo de California que inicia con la captura ilegal de totoaba, al único cetáceo endémico del país no le queda más que despedirse pronto, después de millones de años de evolución y éxito que llegó hasta el Holoceno, o Antropoceno, si es que los científicos se animan a denominarlo así.

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da/i