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Ser maestro, reto sin precedente

Hablar del maestro es reflexionar sobre las habilidades que requieren el hombre y la mujer para ser productivos en un mundo globalizado donde cambios exponenciales generan incertidumbre, más en el área científica y tecnológica, pues el trabajo físico se reemplazó por el intelectual.

Un profesionista requiere pensamiento diacrítico para resolver problemas y conflictos, trabajar con distintos perfiles, creencias, sexos, culturas, estratos, siendo incluyente, adaptable y respetuoso. Trabajar presencial y virtualmente con excelente comunicación, liderazgo y empatía. Creativos, innovadores y emprendedores sanamente insatisfechos para pensar siempre en el siguiente reto. Analizar, sintetizar, inducir y deducir el conocimiento para acceder a lo sustancial con amplia curiosidad.

El maestro pasivo, dictador, que imponía el orden a base de gritos y castigos caducó y dio paso al maestro apasionado por su especialidad, que disfruta lograr que sus alumnos descubran el conocimiento. No hay maestro de excelencia que no sea apasionado, sentimental e intenso. Que sepa gestionar plataformas que le permitan hacer más con menos con todo lo que está a su alcance en tecnología para destinar tiempo a lo importante: la formación humana.

Amar a los niños y jóvenes como efecto de su vocación, con tolerancia y paciencia a sus procesos de aprendizaje sin caer en la desesperación, la burla, el enojo o la frustración, sabiendo que muchos de ellos han sido malcriados en sus casas y ven al maestro como personal de servicio en vez de un formador que le aportará valor a su vida.

Irónicamente, el maestro debe dedicar más tiempo a su propio aprendizaje e investigación que a la enseñanza para que motive a los alumnos a un multiaprendizaje mayéutico basado en debates, analogías, fábulas, parábolas, historias biográficas de emprendedores tecnológicos de vanguardia.

Maestros cuya principal tarea será formar personas íntegras, honradas, justas, solidarias, reflexivas, que puedan dominar sentimientos y emociones. Maestros que enseñen fuera del aula y directivos sin oficinas que atiendan las necesidades de alumnos, docentes y padres de familia.

En un mundo donde la información y la tecnología se volvieron lo ordinario, volverá lo que nunca debió perderse: la importancia de la formación para regresar los valores que hoy demanda un mundo en descarada degradación. Felicidades a los maestros que aman serlo y sienten orgullo por hacer la labor más importante: formar el futuro de la humanidad.

JJ/I