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Alfaro de perfil

Enrique Alfaro es un hombre de convicciones. Cuando centra sus objetivos, avanza sobre ellos con una entereza poco usual entre la clase política. Además, le gusta la discusión y no teme a la contundencia. 

Este breve perfil no es una loa. Es un reconocimiento a sus características que lo fortalecen y lo debilitan por igual. 

He seguido su carrera desde que era diputado en el Congreso de Jalisco. Lo he visto tomar riesgos. Cuando lo conocí personalmente hace más de 12 años nuestro interlocutor me lo presentó así: “Éste será gobernador y de los buenos”. 

Es pragmático. Hoy no está adscrito a partido alguno, pero se ha beneficiado lo mismo de PRI que del PRD. Fue el gran bastión de Movimiento Ciudadano (MC). A pesar de ello, algunas de sus principales influencias y compañeros de administración devienen del PAN. En su mediana edad ha demostrado un instinto extraordinario para adaptarse ideológicamente. Un camaleón. 

En algunas posiciones se muestra como el más abyecto defensor de los capitales y en otras, pretende tocar el camino de la justicia social. Adapta un discurso plural. Sólo congruente con el momento. Su convicción era detentar el poder y no hay posición política que no pueda adoptar para llegar a tal fin. 

Impone. Grita. Regaña. Es conocido entre los pasillos del poder su humor mercurial. Funcionarios de distintos niveles (desde cuando era presidente municipal en Tlajomulco) han tenido que irse antes de seguir aguantando tundas verbales. 

Me parece muy curiosa una afirmación que ha hecho muchas veces frente a una cámara: “Vengo a hablarles de frente”. Es una muestra simbólica: cuando no hay posibilidad de un interlocutor entonces se muestra como el más aguerrido de los espartanos. 

He escuchado y visto la mayoría de sus entrevistas ya como gobernador. Sin duda es listo porque sabe escoger bien sus batallas. Jala de la contundencia cuando le falta la razón. Como dice el adagio: noqueado, empata. 

Fue notable su triunfo en Tlajomulco y en Guadalajara. También fue muy relevante cuando estuvo a punto de vencer en la carrera por la gubernatura a Aristóteles Sandoval. Esa derrota es acaso más relevante porque la hizo desde una plataforma emergente como era MC y sin estructura fuera de la capital de Jalisco. 

En su segunda campaña a la gubernatura nadie tenía dudas de que iba a ganar. 

Su primer año completó un periplo grotesco. Abrió con el enfrentamiento ante el presidente por el presupuesto de 2019. Fue un gallo de pelea desde la Rotonda de los Jaliscienses Ilustres (respaldado por los poderes fácticos del estado), pero el resultado fue la entrega de posiciones clave en materia de seguridad y algunas de las bolsas financieras más importantes. 

Luego, el debate en torno al tema del Instituto Jalisciense de las Mujeres. No fue menos contundente con los críticos al primer concepto de la Secretaría de Igualdad, pero terminó cediendo. 

En paralelo pudimos apreciar cómo acuñó el programa de A Toda Máquina, que reveló una clara radiografía de su personalidad: necio a pesar de la evidencia. Un tipo listo que se nubla ante las irregularidades. Alguien sesgado por sus convicciones. 

La crisis del dengue lo tomó descolocado. Le faltó hacer mover a su aparato de salud y de nuevo rompió espadas contra sus críticos. Y en el tema más importante, la seguridad, ha entregado resultados históricos: la mayor cantidad de homicidios en Jalisco desde que se registran. Lo mismo en desaparecidos. Una de sus estrategias fue pedir a varios medios de comunicación no resaltar las notas de asesinatos y fosas. Con eso en la frente recibió 2020. 

Y redondeo con la del estribo. Alfaro Ramírez se lanzó ahora contra Derechos Humanos y en contra de los “opinadores profesionales” por no saber sobre la contaminación del río Santiago. Así pretende evadir una nueva macrorrecomendación. 

 

jl/I