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Apagando fuegos

A poco más de un mes de la detención del general Cienfuegos en el aeropuerto de Los Ángeles, California, nos lo regresan sin sentencia, sin expediente que lo culpe y llega a México sin carpeta y ni siquiera acusaciones que le pudieran ser imputadas. 

Sorprendió que la cancillería y el propio presidente mantuvieran una marcada discreción, primero ante la detención en territorio de Estados Unidos, y posteriormente con la devolución a territorio nacional. 

Imposible que un secretario de la Defensa Nacional no contara con colaboradores de confianza, desde generales hasta militares de menor rango que operaran el contacto y las diligencias con los narcotraficantes y capos del crimen organizado. Falta mucho para que se aclare la situación, pero sorprende que no hay un solo indicio de colaboración y colaboradores en la línea de mando militar hacia abajo, pero tampoco parece haber cómplices hacia arriba. 

El trabajo de la cancillería, visto desde fuera, es a todas luces ambivalente. Por un lado, se advierte que, para lograr el regreso de Salvador Cienfuegos, debió realizar un cuidadoso trabajo de alta diplomacia; por otra parte, no puede obviarse que la presión del Ejército sobre el presidente y sobre el canciller, obligó a las autoridades del gobierno mexicano a mover todas las relaciones e hilos posibles en Estados Unidos, para conseguir el retorno del ex secretario y evitar que se le armara una carpeta con acusaciones contundentes por parte de la justicia mexicana. 

Desde su campaña Andrés Manuel López Obrador estableció una alianza estratégica con el Ejército. Hoy no podía desatender la presión de los militares para salvar a la persona, al Ejército como institución y exculpar a un antiguo funcionario de tan alto rango en el gobierno mexicano. 

Hoy el gobierno mexicano mantiene una relación inmejorable con el gobierno de Donald Trump y le conviene sostenerla en buenos términos con la llegada del gobierno demócrata de Joe Biden. Por otra parte, las tensiones inevitables de la asociación en el TMEC han de resolverse en el ámbito comercial y evitar a toda costa que las tensiones políticas o los desencuentros en áreas tan sensibles como la seguridad o el tráfico de drogas y armas afecten la estabilidad de los vínculos actuales. 

Para México, la detención de Cienfuegos sin previo aviso constituye una grave violación a los acuerdos bilaterales de seguridad, sin comunicación alguna y con un procedimiento unilateral sin tener en cuenta a su contraparte involucrada, México. 

La parte estadounidense se ha caracterizado por no hacer nada que pueda poner en peligro la estabilidad y los equilibrios de la relación con México, incluso a costa un dejar de lado un caso robusto, con un expediente bien armado, como el de Cienfuegos. 

Quedan muchas dudas. ¿Si la cancillería mexicana logró apagar el fuego que podría avivar el expediente compilado en Estados Unidos, a cambio de qué lo hizo y porqué la fiscalía de aquel país podría acceder a que se reenviara a México al ex general?, y aquí ¿bajo presión de quiénes llega Cienfuegos, no se le abre expediente y se va tranquilo a su casa? 

El caso no se ha cerrado, pero parece bastante claro que en poco tiempo podremos constatar los costos, a cambio de qué se aceptó repatriar a Cienfuegos. Las Fuerzas Armadas han sido un actor sumamente discreto en este embrollo, pero no cabe duda de que su papel ha sido y será determinante para mantener los equilibrios de poder al interior de nuestro país y para contener las presiones de las agencias antidrogas de los Estados Unidos. 

*Profesor-investigador del ITESO 

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jl/I