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COP-26 y el 'desarrollo sustentable'

Este viernes 12 de noviembre se cumplen siete años que fue desaparecida Erika Berenice Cueto Vázquez. Siete años de dolor y búsqueda incansable por parte de sus familiares, y colectivos de buscadoras. Siete años de humillaciones y desprecio recibidos como respuesta por parte de los gobernantes. Es la misma respuesta inhumana que desde el poder se da respecto de los miles y miles de desaparecidos que siguen poniendo de luto permanente a México. 

Hay conceptos que, a estas alturas de las múltiples crisis a través de las cuales el sistema capitalista ha puesto al mundo en vilo, han devenido es estorbos para el despliegue del pensamiento crítico. Por ello, creo, son conceptos de los que deberíamos deshacernos. Ya no es suficiente con adoptar una posición crítica ante ellos. Hay que abandonarlos definitivamente para, mejor, colectivamente, buscar otras palabras que nos ayuden a nombrar lo que quisiéramos hacer en este mundo no solo para contener el desastre que este sistema se afana en continuar, sino para construir otros mundos. 

Sé que no es fácil porque esos conceptos o nombres abstractos nos han acompañado a lo largo de muchas décadas colonizando nuestro pensamiento, formas de entender y hasta de sentir. Nos los enseñaron en los centros educativos y los gobernantes los repiten hasta la saciedad y a falta de otros nos hemos visto obligados a utilizarlos como referentes para tratar de entender los problemas y satisfacer las necesidades vitales para reproducir nuestras vidas. 

El problema es que muchos de esos conceptos se han ideado desde las esferas del poder y en el peor de los casos pensándolos como meros instrumentos ideológicos para, a pesar de las evidencias, justificar el estado de las cosas. Así, desde los años setenta del siglo 20 se dice “desarrollo sustentable”, cuando en realidad lo que se hace es el mismo tipo de acciones desarrollistas, depredadoras, maquilladas de verde, definidas como orgánicas, pero igual, fincadas en el criterio de la ganancia y en la explotación al grado de la destrucción de los mal llamados “recursos naturales”. 

Así es como contradictoriamente en el periodo del “desarrollo sustentable” empezamos a hablar de la crisis ambiental y del cambio climático porque justo en su nombre se ha cometido la mayor destrucción de la naturaleza, el mayor exterminio de otras especies. 

El ejemplo más reciente de cómo no avanzamos lo vimos durante la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP26), celebrada anualmente desde hace 26 años y durante las cuales el concepto “desarrollo sustentable” ha sido traído y llevado. Lo real es que medio siglo después de estar hablando de “desarrollo sustentable” todas las formas de vida ahora están en riesgo. 

La COP26 se presume, tuvo, entre otros, dos grandes acuerdos: reforestar el mundo y reducir significativamente las emisiones de gases de efecto invernadero. En principio parecen buenos acuerdos, pero analizados con detenimiento no lo son porque, como he dicho, encubren los propósitos devastadores del sistema. Dicho de manera breve, porque sin dejar de devastar los bosques y obviando su biodiversidad pretenden reforestar bosques y selvas, pero más con una idea de arbolado urbano o de monocultivos. Y porque la reducción de emisiones de dióxido de carbono parece limitada cuando no es clara la decisión de que los contaminadores del mundo dejen de hacerlo, sino que solamente realicen acciones compensatorias. 

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jl/I