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A medio camino

En medio de una contingencia anunciada por la aparición de la variante ómicron del SARS-CoV-2 de la cual aún se desconoce su severidad, velocidad de propagación y resistencia a anticuerpos, el presidente López Obrador invitó a sus seguidores a la celebración por los tres años de su arribo a la Presidencia. Lo sorprendente es que dijo que podían acudir sin usar cubrebocas; que está contra su uso obligatorio; que no son autoritarios: “Prohibido prohibir”, acotó (mientras, otras naciones toman medidas de emergencia). 

El discurso pronunciado fue lo que ha venido repitiendo a lo largo de medio sexenio: “Vamos requetebién”, a pesar de que las evidencias no reflejen esta visión optimista. La realidad del país en varios rubros es contundente en seguridad pública, en combate a la pobreza, en la erradicación de la corrupción y la impunidad, en la rendición de cuentas, en la discrecionalidad en el uso de los recursos públicos, en los indicadores económicos, en la educación pública, en la batalla contra la pandemia, el desabasto de medicamentos, entre otros. Todo esto aderezado con una ausencia completa de autocrítica. 

Al mismo tiempo que iniciaba su perorata desde la plancha del Zócalo, el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas participaba en la mesa de diálogo Igualdad frente a libertad, libertad frente a igualdad. ¿es posible resolver la tensión perenne?, en el marco de la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara, donde afirmaba que veía “muchos rezagos todavía y sin propuestas para superar los problemas de empleo, pobreza, inseguridad, de escaso crecimiento económico, deterioros ambientales, todas las cuestiones de género. No veo iniciativas de quienes deberían tenerlas”. 

¿Por qué, a pesar ello, AMLO sigue teniendo una aprobación tan alta en las encuestas? De acuerdo con las más recientes, al concluir el tercer año de gobierno la aprobación de su gobierno es de 65 por ciento, solo superado por Salinas de Gortari, quien tuvo una probación mayor con 77 (ambas cifras de Consulta Mitofsky). En especial, cuando las principales preocupaciones de los encuestados son la inseguridad, la economía y la salud. 

Los números no mienten: la cifra de homicidios dolosos superó los 100 mil asesinatos en los tres años del sexenio de AMLO. Esto corrobora que la política de “abrazos, no balazos”, la militarización de la lucha contra la delincuencia, simplemente ha sido un fracaso. Por otro lado, la corrupción en México está en el lugar 124 de 180 países. En cuanto al crecimiento económico, se pronostica que el promedio anual será de apenas 0.5 en todo el sexenio (el más bajo de los últimos siete sexenios). Además, el manejo criminal de la pandemia ha dejado un poco menos de 450 mil muertos. 

No cabe duda de que AMLO es un gran comunicador, que usa a diario sus mañaneras para generar polarización entre sus seguidores y los que no simpatizan con sus desplantes diarios. Aunque, de acuerdo con el Taller de Comunicación Política SPIN, en lo que va del sexenio ha dicho un total de 66 mil 868 “afirmaciones no verdaderas”; dice tener otros datos, pero nunca los muestra; ha incumplido con varias promesas (nunca entregó el informe de “cómo operaban, gastaban el dinero y se beneficiaban” los 109 fideicomisos extinguidos, ni ha entregado su certificado de salud, entre otras) sigue siendo popular entres sus huestes. 

Pero, ser popular no garantiza que un político se desempeñe con eficacia en el gobierno (Cuauhtémoc Blanco, excelente futbolista, es el mejor ejemplo). Aunque los indicadores de gobierno ponen en entredicho su desempeño y habilidad en el ejercicio de su mandato, las encuestas le dan buenas calificaciones. Es un buen político, pero mal administrador. 

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jl/I