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'El sonido fue como una bomba'


Al principio fue solo un estruendo. No gritos. No llanto. Solo un rugido seco y profundo, como si la tierra hubiera explotado desde dentro.  

Eran las 6:45 de la tarde del 4 de julio cuando el pavimento de la avenida Malecón, en la colonia El Bethel, se partió como papel mojado, tragándose un tráiler, una camioneta con una familia dentro y toda noción de seguridad. 

“El sonido fue como una bomba. Gacho, fuerte… como si nos estuvieran atacando”, detalló El Gordo, un vecino y trabajador de un local de tortas ahogadas que se encontraba junto con César y otros conocidos descansando tras finalizar la jornada laboral.  

“Todo se cimbró. Pensamos que estaba temblando. Duró como diez segundos, pero se sintió eterno”. 

El primer instinto fue correr. Quienes estaban ahí creyeron que se trataba de un choque más —cosa común en la avenida por una curva cerrada—, pero al salir y ver el tamaño del socavón, el asfalto replegado en sí mismo y los vehículos encajonados en el vacío, el miedo tomó otra forma.  

“Uno pensó: ‘ya valió madre’”, recordó El Gordo, quien pensó que “parecía que Rusia nos había lanzado algo. Era eso o que la tierra se nos quería tragar”.  

El silencio fue reemplazado por gritos. Una camioneta, caída dentro del socavón, quedó volteada. Desde dentro, salían llantos infantiles. “No esperamos a que llegara nadie”, recordó El Gordo.  

“Brincamos, buscamos escaleras, entre unos veinte vecinos nos movimos como pudimos. Adentro estaba una señora y cuatro niños. Lloraban, pero estaban vivos. Raspones por todos lados, sí, pero vivos”. 

En los videos que circularon esa noche se ve a civiles descendiendo, improvisando rescates con sogas, brazos extendidos y manos temblorosas. No hubo tiempo para pensar, sólo para actuar. El caos había abierto una herida literal y simbólica en una calle por la que pasan cientos de vehículos todos los días. 

“Las patrullas llegaron primero, pero las ambulancias... se tardaron más de una hora”, aseguraron testigos, con resignación. 

Hoy, a días del desastre, El Bethel no duerme igual. “La colonia está tensa, como si siguiera temblando por dentro”, dicen los trabajadores. El miedo se quedó.  

“Ya hemos pedido topes, reductores, algo, pero al representante de Lemus ni se le puede hablar. Y las autoridades nomás dicen que ‘todo va a quedar arreglado’. ¿Cuándo? Nadie dice.” 

El asfalto está siendo cubierto. La grieta física ya casi no está, pero la emocional persiste. En El Bethel las personas viven con la sospecha de que debajo de sus pies no hay tierra firme, sino un abismo esperando. 

jl/I