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Tetlán, el barrio de la desigualdad

Barato. El precio promedio del suelo en Tetlán es el segundo más bajo de las siete zonas administrativas del municipio al ubicarse solo por arriba de Oblatos. (Foto: Jorge Alberto Mendoza)

La historia de Tetlán es tan remota que, incluso, precede a la fundación de Guadalajara; orbe a la que, desde la conquista de la región, estuvo estrechamente ligada y que, a la postre, terminó por integrarse.

Según recoge el Instituto de Información Estadística y Geográfica (IIEG), a la llegada de los españoles a la zona, ocurrida en 1530, Tetlán, que por su etimología náhuatl podría traducirse como lugar de piedra, era uno de los señoríos que rendían tributo al reino de Tonallan (actual Tonalá).

Aunque fue uno de los puntos en los que se organizó la resistencia indígena, ese mismo año el territorio cayó y comenzó la evangelización de los naturales. Es por ello que investigadores como Carlos Sandoval Linares fijan en Tetlán el levantamiento del primer convento en tierras jaliscienses por parte de Fray Antonio de Segovia.

Fue en ese mismo sitio donde, en 1541 se realizó el primer empadronamiento de los vecinos que, un año después, fundaron Guadalajara en su actual ubicación.

A casi cinco siglos de esos hechos, Tetlán se ha transformado en un ajetreado barrio que combina zonas comerciales y habitacionales y que, al igual del resto de la metrópoli, no está exento de una serie de problemáticas sociales, entre las que resaltan la inseguridad y carencias de índole educativa.

Desigualdad tapatía

En el imaginario tapatío el poniente y el oriente de la ciudad se conciben como los lados opuestos de una misma moneda: lo selecto y lo popular, la riqueza y la pobreza.

No solo se trata de un clasismo arraigado, sino que existen diferencias socioeconómicas reales.

Según se recoge en el libro Ciudad y formas urbanas. Perspectivas transversales, publicado en septiembre pasado por la Universidad de Zaragoza (España), uno de cuyos capítulos se dedica a abordar la segregación socio-espacial del municipio de Guadalajara, el precio promedio del suelo en la zona es el segundo más bajo de las siete zonas administrativas del municipio (solo por arriba de Oblatos).

De igual forma, se detalla que cada habitante de la zona de Tetlán dispone para su disfrute de un promedio de 0.27 metros cuadrados de áreas verdes, que si bien no es la proporción más baja (lo es Oblatos, con 0.08), contrasta con los 0.68 metros cuadrados a los que puede acceder cada residente del área de Cruz del Sur o los 0.78 de la Zona Centro.

Quizá más preocupante resulta la falta de oportunidades educativas, pues si en la zona de la Minerva 67 por ciento de sus habitantes mayores de 25 años cuentan con educación superior, en Tetlán apenas alcanza 18 por ciento.

“La educación dota de conocimientos, y habilidades a los individuos para incrementar las posibilidades de empleo, aumentar el ingreso, reducir la pobreza y aumentar la cohesión social (…) Alrededor de los espacios públicos pertenecientes al distrito Tetlán, la población, en su gran mayoría, no posee un grado de educación superior”, se lee en el artículo autoría de Marco Antonio Cruz Sandoval.

Pero los obstáculos se presentan desde la educación básica. Madres de familia lamentan que, durante este año, en Tetlán y sus alrededores han dejado de operar varias escuelas primarias nocturnas, espacios indispensables para quienes, debido a sus actividades laborales, no pueden permitirse inscribir en sus hijos en turnos diurnos.

Vigilancia. El patrullaje ha mejorado debido a la apertura de cadenas y pequeñas plazas comerciales que albergan algunas franquicias.
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Robos de todo tipo

Desde la entrada en operación de la Línea 2 del Tren Ligero hace 25 años, cuya terminal se encuentra precisamente en Tetlán, las cuadras aledañas se han convertido en un punto de transbordo hacia otros medios de transporte que han detonado la actividad comercial.

Ropa, bebidas refrescantes, elotes, panes, frituras, películas pirata, pañales por kilo y hasta cortes de cabello gratis se pueden obtener tras caminar solo unos pasos desde la estación del Tren Ligero. El numeroso flujo de peatones, además de mantener las ventas, representa una ventaja en materia de seguridad para los comerciantes del lugar en comparación con las casas y comercios que se ubican más adentro.

“Llevo cuatro años trabajando aquí y nomás una vez me asaltaron, pero casi de recién. Es que desde que pusieron la farmacia y la plaza sí están los policías rondando, yo creo que es por eso”, expone Jeanette, quien atiende una tienda de ropa ubicada sobre la calle Presa Laurel. Ella se considera afortunada por solo haber sufrido un evento de ese tipo.

El patrullaje, expone, ha mejorado, pero esto debido a la apertura de cadenas y pequeñas plazas comerciales que albergan algunas franquicias.

Para Pepe, habitante de la zona, la relación entre la mejora de espacios públicos y un incremento en la seguridad resulta obvio. Expone que, cuando en 2015 el ayuntamiento tapatío rehabilitó la Unidad Deportiva Javier Mina, la comisión de delitos disminuyo, pero el efecto no fue permanente.  

“Sí hace falta más seguridad. Hay robos a lo cabrón, aunque a mí, afortunadamente no me ha tocado (…) Sí bajó cuando la arreglaron, pero ya está de vuelta esto”, dice.

Los datos oficiales explican la razón de que los robos sean la principal preocupación de vecinos y comerciantes.

Lo que popularmente se conoce como el barrio de Tetlán administrativamente se compone de tres colonias: Tetlán, Aldama Tetlán y Tetlán II. Según datos de la plataforma Seguridad Map, en todas ellas 2018 fue el año del sexenio pasado en el que se investigó un mayor número de delitos: 94, 193 y 66, respectivamente.

De esa suma de 353 ilícitos, 293 fueron robos; siendo el de vehículos el más frecuente (130 hechos) y seguido del robo a persona (70) y del robo a negocios (64).

En tanto, al corte del primer trimestre del año en curso, las autoridades han abierto 96 carpetas de investigación por diversos delitos. De continuar la tendencia, 2019 se convertiría en el año con más ilícitos registrados.

No obstante, existen otros delitos de menor calado que no suelen entrar en las estadísticas oficiales.

Basta alejarse un par de cuadras desde el bullicio provocado por los usuarios del Tren Ligero para llegar a la plaza principal de Tetlán.

Bordeada por instalaciones municipales y la Iglesia de la Purísima Concepción, y conteniendo un sencillo quiosco y una cancha deportiva, el erigirse como el centro de la vida comunitaria no le exime de ser escenario de ciertas fechorías.

 “En las tardes está tranquilo, pero ya en la noche es cuando empiezan a salir los delincuentes. De primero se estaban robando los cables de aquí de las lámparas, el cobre y nos dejaban sin luz (…) Ahorita lo que traen es que se andan queriendo llevar las gárgolas del portal, ya se llevaron una y hay otras medias flojas, no sé si sean de bronce o qué, pero yo creo que es para venderlas”, expone Juan, un comerciante de elotes que a diario se instala en ese punto.

La consecuencia para el vendedor es que cuando el alumbrado público deja de funcionar por esta causa debe retirarse antes de las 10 de la noche, por lo que, esos días solo labora alrededor de tres horas, con la consecuente merma a sus ingresos.

A pesar de las dificultades, aún es común observar a grupos de niños jugando en los espacios públicos de la zona. Una muestra de que la historia de Tetlán aún no termina de escribirse.

JJ/I