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La falacia de las lluvias extraordinarias

En Guadalajara y su zona conurbada las lluvias se acercan y no, no se trata de un fenómeno extraordinario, como cada año repiten diferentes autoridades para tratar de justificar inundaciones en zonas que ya se sabía estaban riesgo y no se hizo nada, o hubo nuevos colectores, pero no funcionaron o simplemente se urbanizaron más lugares de infiltración.

El pretexto no falla y siempre hay alguien que lo repite y alguien que se lo cree. Si bien es cierto que hay muchos factores de por medio para que la lluvia derive en desastre, como la velocidad del viento, granizo, tiempo en el que cayó el agua y la cantidad de ésta medida en milímetros (litros de agua registrados por metro cuadrado), hay estándares ya establecidos para poder hablar con propiedad de ella.

Según la Comisión Nacional del Agua, un evento menor a 25 milímetros (es decir, 25 litros de agua por metro cuadrado) es considerado una lluvia regular; uno de entre 25 y 75 ya es una tormenta fuerte, mientras que uno superior a los 75 milímetros es, ahora sí, una lluvia extraordinaria. ¿Cómo dimensionar esa cifra? Delinea un metro cuadrado en el lugar donde te ubicas, ahora imagina que es un cubo de dos metros de alto y en ese espacio vierte 75 litros, ¿hasta dónde subiría el nivel? Pues esa es el agua que habrá caído en una lluvia de esas dimensiones por cada metro cuadrado.

Tampoco faltará el alcalde que luego de una tormenta que cause estragos dirá que es la basura de la gente y el cambio climático; puede ser que ambos factores incidan, pero volvamos a la cifra de arriba, ¿de cuántos milímetros fue la lluvia, que por cierto la Conagua reporta todos los días en su sitio web? Y entonces podemos hacer cuentas más certeras y analizar lo que está pasando en la cuenca, más allá de pretextos simplones.

En la ciudad sabemos que va a llover y fuerte, y según investigadores de la Universidad de Guadalajara, con más desastres, no porque las tormentas sean peores, sino porque la urbanización descontrolada sigue sin freno y la ciudad cada vez es más vulnerable a inundaciones.

Según Luis Valdivia, académico de la casa de estudios, de 2017 a 2018 los puntos de inundación en el área conurbada de Guadalajara crecieron nada menos que de 300 a 350. Sí, en un solo año.

¿No se supone que todos los municipios tienen su plan municipal de acción climática con un apartado de adaptación a los desastres hidrometeorológicos? ¿No se supone que a nivel estatal existe también una estrategia contra estos eventos? ¿No se supone que el IMEPLAN, después de rechazar un millón de dólares del extranjero para implementar medidas de resiliencia, iba a abrir una oficina técnica para reducir la vulnerabilidad de la urbe a este tipo de desastres?  No solamente no hay resultados, hay retrocesos.

¿Cómo darnos cuenta que es puro discurso la resiliencia urbana? En los permisos que dan los municipios para seguir construyendo. Mientras en Zapopan la familia Hemuda y la dirección de Obras Públicas desafiaron la fuerza del arroyo Atemajac con la construcción de dos estacionamientos subterráneos, con advertencia de alto riesgo de inundación, en Guadalajara más empresarios y el ayuntamiento validan torres con excavaciones profundas en zonas con bajísimo nivel freático cuya perforación altera el ciclo del agua, por mencionar algunos casos sensibles.

Todos los planes de acción climática, leyes, planes maestros y firmas de convenios para resistir a los fenómenos hidrometeorológicos y hacer a la ciudad más fuerte no son más que papel, letra muerta. El hecho es que esta ciudad es cada vez más vulnerable a las lluvias, y ahí va nuestra vida de por medio.

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da/i