INICIO > OPINION
A-  | A  | A+

Se llamaba Valeria

La imagen en la portada de The New York Times es desgarradora. Una pequeña, con un brazo alrededor del cuello de su padre, el cual la había sujetado a su cuerpo, enfundándola en su camiseta negra, fue encontrada en las márgenes del río Bravo en Tamaulipas.

Las noticias cuentan que se llamaba Valeria y que en abril, en compañía de sus padres, todos provenientes de El Salvador, habían ingresado de manera legal por la frontera sur, en Tapachula, Chiapas. Dicen las notas que luego de recibir una visa humanitaria, la familia solicitó asilo para permanecer en México, pero debido a la lentitud del trámite, optó por continuar su camino hacia Estados Unidos, arribando a Matamoros, Tamaulipas, la semana pasada.

Ahí, ante la incapacidad logística de los albergues dispuestos por el gobierno mexicano y la lentitud del gobierno estadounidense para atender el trámite migratorio para otorgar el ingreso al país, la familia se decidió por la solución extrema de cruzar el río. En el trance, la fuerte corriente arrastró a Óscar y a Valeria, quienes perecieron ahogados ante la desesperación de la madre, que se encontraba en la orilla mexicana.

Aunque la muerte de quienes intentan cruzar la frontera por el río no es un hecho inédito, ya que de acuerdo con el corresponsal de EFE Abraham Pineda-Jácome sólo el año pasado 283 personas habrían fallecido en el intento, la brutalidad de la imagen provoca una fuerte conmoción y desata sentimientos de indignación y rabia.

Ni Valeria ni su padre merecían ese final. Su imagen sobre la arena es la expresión visual que evidencia de manera incuestionable el fracaso, no tanto de las políticas migratorias, sino del modelo de sociedad que las produce y las implementa.

En su mañanera del martes, a pregunta expresa, el presidente López Obrador expresó que “es muy lamentable que esto suceda, muy lamentable que eso pase”, y afirmó que “siempre lo hemos condenado, que por mayor rechazo de Estados Unidos hay gente que pierde la vida”. Por su parte, Donald Trump se dijo horrorizado por la imagen. Empero, más allá de estas declaraciones, lo que existe es la incapacidad sistémica y estructural de ambos gobiernos para ofrecer una solución a un problema que alcanza la dimensión de una emergencia humanitaria.

Debe entenderse, de una vez por todas, que la situación actual de la crisis migratoria no puede resolverse con paliativos o buenos propósitos, menos aún con medidas de fuerza y represión. Aunque la convocatoria del presidente mexicano por impulsar el desarrollo de los países centroamericanos resulta plausible, no se advierte en las naciones capitalistas, particularmente Estados Unidos, ninguna intención de coadyuvar en su implementación.

Por el contrario, la política discriminatoria y antiinmigrante impulsada por el gobierno de Trump ha terminado por aniquilar las expectativas de las caravanas migrantes de alcanzar el sueño americano, materializado en los dólares que se reciben por cada jornada de trabajo. Trump ha dejado claro que está decidido a utilizar cualquier medio para impedir el arribo de quienes huyen de la pobreza y la violencia.

En contraste, el gobierno mexicano se enfrenta a un dilema cuya solución se antoja imposible. Por una parte, su dependencia económica hacia el país del norte lo obliga a implementar una serie de medidas, incluso coercitivas, para frenar el flujo migratorio. Por la otra, asumir la protección y el respeto a los derechos humanos de los migrantes. La muerte de Valeria ilustra las consecuencias trágicas de esta contradicción.

@fracegon

JJ/I