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El trabajo de la actriz y directora tapatía Claudia Recinos fue reconocido y aclamado sobre todo gracias a una tetralogía que creó respecto al sistema penitenciario mexicano, a partir de una experiencia personal en la que se vio involucrado su hermano.
Con su compañía Escena Imprudente montó Invisible, El secreto de papá, Ser sus ojos y Las estrellas en el castillo, esta última para niños. Estas piezas le han enseñado que lo esencial del teatro es hablar desde la carne.
Claudia ha sido becaria del PECDA y del Fonca. Actualmente está trabajando en la escritura de otro tipo de encierros, como el de las personas de la tercera edad en los asilos, algo que trabaja para PECDA en su edición Creadores con trayectoria que se entregó en 2018.
NTR. ¿Cómo comienza tu trayecto por el teatro?
Claudia Recinos (CR). Siempre me ha llamado la atención llamar la atención (risas); desde niña por circunstancias familiares, estuve mucho tiempo sola y recuerdo que ponía a mis peluches en la ventana para hacerles shows. A una edad considerable, como a los 11 años, vi que había un curso de teatro en la Casa de la Cultura de Zapopan y pues me metí. Entonces el director era Víctor Castillo, pero no sabía de su gran trayectoria, sólo me gustaba mucho estar ahí. Nunca tuve un personaje sobresaliente, pero disfrutaba estar ahí, temblaba de la emoción y el miedo, a lo mejor tenía que ver mucho con esa necesidad de que me vieran. Ya en la prepa también tomé el taller de teatro, mi maestro era Eduardo Covarrubias, quien también se iniciaba como profesor, lo hizo con mucha emoción, se volcó en ese grupo que teníamos. Fue verdaderamente inspirador.
NTR. ¿Sabías que sería tu profesión ya desde entonces?
CR. Me gustaba eso de darlo todo en un escenario. No quería que fuera mi hobbie, quería hacerlo en serio. Obviamente me pasó que mi mamá no quería que estudiara teatro, así que comencé una carrera distinta, de docencia en francés, pero eventualmente rompí con eso, me tuve que salir de mi casa, y decidí estudiar lo que quería. Yo era feliz, como cuando te metes a una piscina y se siente tan bien que quieres estar ahí siempre.
NTR. ¿Cuál fue el paso que te llevó a lo profesional?
CR. Creo que más bien fueron varios pasos. La primera obra profesional fue en un taller de cabaret con Ana Francis Mor; luego Circee Rangel se quedó a dirigir para seguir trabajando, antes de terminar la carrera. Luego, justo después de salir, me interesé por dos textos, Mía de Amaranta Leyva y No tocar de Enrique Olmos de Ita. Me obsesioné con ellos y entendí desde entonces que los proyectos no iban a llegar si no los hacía yo. Para No tocar le pedí a Luis Aguilar El Mosco y Mario Montaño, imagínate, a mi primer proyecto. No esperé a que nadie me llamara, pedí una beca por primera vez en el PECDA.
NTR. ¿Supiste desde entonces que si querías hacer tus proyectos tendrías que hacerlos tú misma?
CR. Sí. No me veía como esperando a que otros me llamaran, yo sé que hay una gran cantidad de actores y actrices buenísimos en la ciudad y pocos directores, ellos ya tienen a su gente, tenía muy claro que quería buscar mi propio lenguaje y estilo. Yo creo que aún no lo tengo, pero estoy en el camino.
NTR. ¿Qué clase de obras te interesaban?
CR. Tiene que partir de un interés muy personal. Tiene que ser algo que me quiebre y que me rompa, la obra Mía y No tocar sí hablan de temas duros, pero nunca pasé por un divorcio ni, afortunadamente, me han abusado sexualmente. No eran temas necesariamente anclados a mí, pero cuando entendí esto fue cuando pasó lo de mi hermano (actualmente preso), ahí supe que el teatro era mi forma de hablar de esto y que quería hablar de temas sociales, de lo comunitario, lo documental, lo biográfico. Algo que a mí como creadora me atraviese.
NTR. ¿Algo que no podías hablar sino a través del teatro?
CR. Una vez alguien me cuestionó por hacer esto, me dijo que mejor me invitaba un café para hablar de estas cosas… “no me voy a tomar un café contigo” (pensó), tampoco tiene que ver con un sentido puro de estética ni de sublimar un dolor tan grande, no lo vas a conseguir tampoco en una consulta terapéutica.
NTR. ¿Cómo fue enfrentarte al escenario después de haber pasado por lo de tu hermano?
CR. Fue al revés, primero sentí y entendí que no podía yo sola con todo esto, que necesitaba vaciarlo en algo, lo único que intento saber hacer es esto. El enfrentamiento fue más bien una necesidad, una consecuencia, no un objetivo. La manera que encontré de vaciar esto fue el teatro.
NTR. ¿Y el final de la primera función?
CR. Invisible fue la primer obra sobre el tema, la primera función fue un cruce de emociones que me pasaron encima, obviamente uno se prepara durante los ensayos tantas veces para que todo salga de lo mejor posible porque vives en esa bifrontalidad de saber que estás actuando para un público que está allí al cual le debes la obra. Pero más que la primera función creo que son los procesos los que más me desdibujaron… los procesos tienen a veces más valor que la obra, el proceso para mí fue decir sí quiero hacer esto, sí quiero hablar de mi hermano, sí quiero hablar de mí y de mí familia, por más paradójico que suene, ha sido lo más bello que me ha pasado, porque fue una manera de acercarme a mi hermano y de decirle que sí, esto es lo más horrible que nos ha pasado, pero podemos transportarnos a otro lugar si queremos y podemos crear algo hermoso de la mierda. A lo mejor no nos quedó tan bonito y la gente que lo vio, cuando me metía en la jaula con las palomas vivas, sintió náuseas, el proceso es parte invaluable aunque no se ve y se queda para bien o para mal.
NTR. Como intentar entender algo yendo más allá de la razón...
CR. A lo mejor de eso se trata el teatro. De llevar estos procesos a ciertas personas nada más, no creo que el teatro tenga que ser masivo, puede serlo, pero también puede ser para poquitos, a lo mejor yo hago teatro sólo para mi hermano.
NTR. Luego cuando se tocan temas delicados ocurre que se monta una obra, se habla del tema y no se profundiza… ¿cuáles son los retos de hablar de algo tan doloroso?
CR. Sí, luego se ponen de moda temas, como la migración, la desaparición forzada o los feminicidios y se hacen varias obras que luego a veces abonan a la normalización, eso lo tenía bien claro: no puedo hablar de un tema que no me incumbe. Me sentiría mentirosa, yo prefiero hablar de que traigo 20 pesos en la cartera, algo que vivo, que conozco.
NTR. ¿Qué fue lo más grande que aprendiste de tocar un tema que te dolía en el teatro?
CR. Todavía me sigo dando cuenta de cosas, conforme van pasando los años, los proyectos se hacen distintos, sobre todo cuando te quiebran así, se mueven mientras tú vas evolucionando. No es lo mismo el montaje que hice hace siete años, mi relación con la cárcel en general era distinta, todavía lloraba cuando llegaba al reclusorio cada vez, los años y la cotidianidad te hacen ver distintas cosas, distintos matices de lo mismo. Es como releer un libro, ya no siento las mismas cosas de entonces, pero es lo bello del teatro, tiene que ver con tu evolución. Nunca termina el proceso de creación, es lo que te quiero decir.
da/i