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Los árabes en Israel encuentran nueva voz tras elecciones

(Foto: Especial)

JERUSALÉN. Después de las elecciones del martes en Israel, la coalición de partidos árabes parece surgir como el principal bloque de oposición, una novedad histórica que le daría una nueva tribuna a una minoría largamente marginada en el país. 

La minoría árabe, que constituye 20 por ciento de los 9 millones de israelíes, desciende de los palestinos que permanecieron en el país después de la creación del Estado en 1948. Oficialmente goza de todos los derechos de los ciudadanos, incluso el de votar, pero vivió bajo ley marcial hasta 1966 y aún hoy padece de discriminación generalizada. 

Los resultados casi definitivos dados a conocer el miércoles apuntan a que la llamada Lista Conjunta obtuvo una decena de las 120 bancas del Parlamento, con lo que se convierte en el tercer bloque después del Azul y Blanco, del ex militar Benny Gantz, y el derechista Likud, del primer ministro Benjamin Netanyahu. 

En términos absolutos, el bloque árabe parece haber igualado, o casi, su resultado de 2015, cuando obtuvo 13 bancas, pero esta vez, dado el panorama cambiante de la política israelí, estará bien situado para encabezar la oposición en caso de que, como parece probable, los dos partidos mayores conformen un gobierno de unidad nacional. 

Con ello, un representante de los ciudadanos árabes israelíes quedaría más cerca que nunca del centro del poder con una mayor capacidad para dejar su impronta en la agenda nacional. 

Las décadas de marginación les han inculcado un espíritu de apatía a la hora de votar y en las elecciones de abril menos de la mitad acudió a las urnas, pero esta vez los dirigentes árabes se unieron y movilizaron a sus bases con la promesa de derribar a Netanyahu y mejorar los servicios públicos. 

Los ciudadanos árabes tienen estrechas relaciones familiares, culturales e históricas con los palestinos de la Cisjordania ocupada y Gaza y en general se identifican con la causa palestina. Por eso muchos israelíes los consideran quintacolumnistas y una amenaza a la seguridad nacional. Netanyahu los ha calificado reiteradamente de terroristas y traidores, en un intento de estimular a su base derechista, declaraciones ampliamente condenadas por racistas. 

En las últimas horas de las elecciones de 2015, Netanyahu advirtió que los árabes votaban "en masa". En éstas, impulsó la instalación de cámaras en los centros de votación en distritos árabes, asegurando sin fundamento que intentaban "robar" la elección mediante el fraude. Facebook suspendió su función automática de chat durante 24 horas la semana pasada, cuando apareció el mensaje de que "los árabes quieren aniquilarnos". 

En su discurso de cierre de campaña, Netanyahu dijo que ningún gobierno israelí podía incluir "partidos antisionistas árabes" que "rechazan la existencia misma de Israel como Estado judío y democrático" y "elogian a los terroristas sedientos de sangre que asesinan a nuestros soldados, ciudadanos e hijos". 

Esa táctica aparentemente le ha resultado contraproducente. 

La gran participación de votantes árabes le ha dado al bloque un buen resultado y aparentemente le ha negado a Netanyahu la coalición de derecha que buscó con desesperación. 

"Ningún otro primer ministro ha incitado a la gente contra nosotros como Netanyahu", dijo a la prensa israelí Ayman Odeh, el líder de la Lista Conjunta, al conocerse los primeros resultados. "Hay un límite. Los ciudadanos árabes sintieron sin duda que se los convertía en una minoría perseguida, una minoría en peligro de extinción". 

Los dirigentes árabes parecen encantados con que Netanyahu reciba lo que consideran su justo castigo. "Votamos en masa", tuiteó en hebreo el parlamentario árabe Ahmad Tibi. 

La Lista Conjunta difícilmente formaría parte de un gobierno israelí, porque eso implicaría aprobar las operaciones militares contra los palestinos. Muchos partidos de mayoría judía se niegan a aceptar a los árabes como socios políticos. 

Pero el peso que han adquirido les permitiría bloquear iniciativas de derecha, como la ley aprobada por estrecho margen el año pasado que define a Israel como el estado nacional del pueblo judío. Una alianza informal que apoyara a la coalición gobernante desde afuera podría ayudar a obtener leyes de vivienda, educación y policía en las poblaciones árabes marginadas. 

Previsiblemente el bloque árabe abogará por la solución de dos estados al conflicto con los palestinos. Ninguno de los grandes partidos israelíes tiene el proceso de paz como prioridad. 

Ni Gantz ni Netanyahu tienen suficiente apoyo para formar gobierno sin el respaldo del partido Yisrael Beitenu de Avigdor Lieberman, quien ha surgido como el árbitro de la situación. 

Lieberman, un derechista conocido por sus declaraciones incendiarias sobre los árabes, ha reclamado que Azul y Blanco y el Likud conformen un gobierno de unidad nacional. Esto, de concretarse, dejaría a la Lista Conjunta como el partido mayor de oposición y a Odeh como el primer árabe líder de la oposición de la historia de Israel. 

Los deberes oficiales de Odeh incluirían consultas mensuales con el primer ministro y reuniones con dignatarios extranjeros visitantes. Tendría guardaespaldas pagados por el gobierno, acceso a informes de seguridad de alto nivel y una plataforma oficial para responder a los discursos del primer ministro en el Parlamento. 

"Este es un nivel muy significativo y sin precedentes para nosotros", dijo Odeh en entrevista con la Radio del Ejército. "Cuando vengan presidentes de todo el mundo se reunirán también con nosotros", agregó. Odeh ha dicho que la perspectiva de que un líder árabe reciba informes de seguridad es "interesante". 

Odeh afirma que su bloque recibió apoyo de judíos israelíes, algunos de los cuales festejaron su éxito. 

El influyente columnista Nahum Barnea, del diario Yedioth Ahronoth, dijo que la medida del éxito de la Lista Conjunta no depende de las bancas obtenidas, sino de "su capacidad de construir puentes a la corriente principal de la política y la sociedad israelí". 

"Es inconcebible que se siga excluyendo y humillando para siempre a 20 por ciento del electorado", escribió Barnea. "Sus expectativas en lo que hace a la integración, la influencia y el respeto emanan desde la base hacia arriba. Es necesario satisfacer esas expectativas".

da/i