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Tercos y obstinados 

Siempre hay políticos tercos y obstinados, de ésos que sólo quieren que se haga lo que ellos dicen y cómo lo dicen. Y cuando esta forma de trabajo sólo afecta a su oficina, a sus empleados o a su agenda, queda en el anecdotario, pero cuando así se define la agenda pública causa problemas y serias complicaciones. 

Y quizás no debemos adjetivizar conductas para no caer en la crítica fácil o denostativa, pero no encontré otra vía para expresar lo que pasó en Jalisco con la reciente reforma judicial, que ahora planean sea parchada. 

Los mismos legisladores locales reconocen que levantaron la voz para crear conciencia de los errores que se cometerían al aprobar reformas a la Ley Orgánica del Poder Judicial del Estado con vicios legales porque originarían otros conflictos; y sus pares, los que tenían la mayoría, los ignoraron. También lo hicieron los asesores y los especialistas que venían a nombre del Ejecutivo. 

El 25 de octubre con prisas se aprobó esta reforma a 13 artículos de la referida Ley Orgánica que rige al Poder Judicial del Estado con la intención de contar con las reglas claras para poder llenar las siete vacantes de magistrados que se habían acumulado en el Supremo Tribunal de Justicia de la entidad, y la propuesta de iniciativa la había enviado el gobernador. 

Ahí quedaron los nuevos requisitos para ser aspirantes y para sacar las convocatorias, que sólo están atrasándolas. 

Si en realidad hubieran sacado una reforma sin vicios legales, ya habría convocatorias publicadas, ya habría registros de interesados, y con estas prisas hasta personas nombradas, porque no pueden culpar a los amparos promovidos; éstos no han detenido el proceso. 

Pero no lo han podido hacer porque se aprobaron unas reformas legales que deben parcharse para poder tener magistrados. Dejar el centro de evaluación de control de confianza del Poder Judicial para revisar no sólo a jueces y magistrados, sino posiblemente también a aspirantes los metió en una camisa de fuerza de la que no han podido salir. 

Se fueron por el procedimiento más largo, más engorroso y menos efectivo, y para muestra las siete vacantes que siguen en igual número de salas, con magistrados que duplican su trabajo. 

Ya van amparos de 60 jueces, 16 magistrados, tres jueces en lista de reserva, un secretario y tres litigantes contra esta reforma, y seguramente habrá más de aspirantes a magistrados cuando saquen las convocatorias, si es que logran acuerdos. 

Mientras tanto, 2019 se está consumiendo. Ya no alcanza el tiempo para llevar a cabo procesos limpios, sin ser cuestionados y creíbles. No escucharon, no rectificaron a tiempo, y ahora quizás tendrán que recular para lograr tener pronto magistrados. 

La terquedad y la obstinación tienen sus consecuencias, porque en este caso no dieron tiempo para el diálogo, para la confrontación de ideas, para el debate, porque tenía que hacerse como ellos decían, como ellos querían. Y así quedó, y así seguimos con siete sillas vacantes y sin fecha clara para ocuparlas. 

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jl/i