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Un México violento
Porque nos la quitaron
Desde 2013, Rosa Olivares tiene un espacio dedicado a libros especializados de arte, Exit La Librería, ubicada en Río Pánuco 138, en la Ciudad de México. Su repercusión ha sido tal que es común ingresar al establecimiento y escuchar a personas que no usan el español para comunicarse, extranjeros acuden en busca de su acervo.
Sin embargo, Olivares tiene una confesión: “No soy una librera típica”. Aunque lleva siete años sacando a flote su establecimiento, su vida la ha dedicado a otra cosa. “Llevo 40 años editando revistas de arte y cultura en España. No soy librera; soy editora”. Al hacer un balance, su definición categórica es: “Soy 80 por ciento editora y, a lo mucho, 20 por ciento librera”.
Es por eso que la conversación se inclina más por la edición de revistas, especialmente las culturales. En la década de los 80, con 22 años de edad, dirigió la publicación española Lápiz. “En España tuvo mucho éxito, éramos un grupo de jóvenes los que la editábamos; yo tenía 20 por ciento de la revista”.
Después de 15 años trabajando ahí decidió hacer “una revista más tranquila”, porque hacer una publicación mensual “es un no vivir”. Entonces pensó en editar de manera trimestral la revista de fotografía Exit. “Hemos cumplido 20 años en los que se ha vendido por todo el mundo y ha triunfado”.
La editora nacida en Madrid lamentó que cada vez haya menos revistas culturales; para ella, esto se debe a que “la sociedad es cada vez más inculta; se da menos importancia a la educación, no se estudia historia del arte, historia de la literatura ni filosofía, esas cosas que antes estudiábamos a partir de los 10 años”.
“Ya no se estudian a menos que hagas una carrera. Pero cada vez hay menos gente en estas carreras, porque esos temas ya no se presentan en una época más juvenil; así no pueden saber si les gusta la literatura, porque nunca la han estudiado, no leen; ya se les da todo masticado”.
“Empezamos a venir a Zona Maco desde el primer año con la revista y libros; pero la gente empezó a preguntarnos dónde podían comprar ese material cuando se acababa la feria. La verdad es que no había nadie que distribuyera”.
Olivares trabajó con dos distribuidoras, “funcionaron muy mal las dos, ¡muy mal!”. Grupo Habita no le pagó todo lo que le solicitó y, además, “negaron habérmelo pedido”. La otra distribuidora, Conejo Blanco, tuvo que cerrar. “Fue una pena, porque trabajaban más o menos bien”.
Luego intentó con Gandhi, “pero no me gustó, porque les hacía 50 por ciento de descuento sobre el precio para que pudieran tener su ganancia y así la gente lo pudiera comprar; pero luego me encontré que la vendían al doble o al triple del precio de España, era inasequible”.
Fue entonces que unos amigos le sugirieron abrir una librería en México. “Como soy un poco pirata –en España dícese así de la gente aventurera y arriesgada– empecé a preguntar a amigos, artistas, a mis compradores, todos estaban encantados con la idea, claro, porque no iban a arriesgar nada, evidentemente”.
Además de la librería, el año pasado comenzó una nueva publicación trimestral denominada Utopía. “Pensé que en México y Latinoamérica no hay una revista de cultura que no tenga en cuenta el espectáculo, que no hable de la inauguración o la aparición de un libro, sino que vaya más allá de la velocidad que tiene Internet”.
La editora es una convencida de que el papel no sólo otorga prestigio, sino enormes ventajas en el manejo de la información. “En Internet te puedes enterar de lo que ha sucedido, pero no de sus consecuencias ni porqués; para eso está la escritura, el papel y las revistas especializadas. Nunca Internet va competir con esto, porque ni siquiera los jóvenes leen en pantallas; los textos son cortos y por tanto incompletos y poco profundos”.
jl/I