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Infodemia, pandemia, incomunicación

En días pasados, el doctor Tedros Adhanom, director general de la OMS, advertía sobre el efecto pernicioso que la proliferación de las noticias falsas (fake news) ocasionaba en el ecosistema de la información relacionado con la pandemia. Lo equiparaba con un virus, y lo identificaba con el concepto que la misma OMS ha creado para definirlo: infodemia. Sin embargo, la infodemia no es el único virus que amenaza, mediante la desinformación, con agravar las consecuencias fatales de la diseminación del coronavirus en el seno de las sociedades; existe otro, considerablemente peor, cuyas secuelas no solamente repercuten negativamente en la salud de los individuos, sino que ponen en riesgo la viabilidad de la misma sociedad. Es el virus de la incomunicación.

La única manera de enfrentar y neutralizar a la infodemia es mediante la difusión de información oportuna y completa, cuya veracidad se encuentre sustentada en datos objetivos, en un ecosistema comunicacional basado en los principios democráticos de la libertad de expresión y el derecho a la información. Esto supone la existencia de un sistema social caracterizado por una profunda interacción entre las diversas instancias que conforman su andamiaje institucional. Un sistema en el que los flujos comunicacionales constituyen el elemento central de su cohesión. La ausencia de estos flujos amenaza la supervivencia del sistema.

No es exagerado decir, entonces, que en la superación de la pandemia el ecosistema comunicacional desempeña un papel fundamental. En este contexto, el país enfrenta el arribo de la Fase 3 de la epidemia en el peor de los escenarios. Si algo caracteriza la interacción entre los actores políticos y sociales es una profunda incomunicación. El ecosistema comunicacional se encuentra colapsado.

En los umbrales de la mayor amenaza que ha enfrentado en el último siglo, el país se encuentra profundamente dividido. En el plano de lo político, en lugar de que ante la amenaza viral se hubiera decretado una tregua, la polarización se ha exacerbado exponencialmente. Los mexicanos se encuentran divididos entre los partidarios del gobierno obradorista y sus opositores. Ante el fracaso del andamiaje institucional –Congreso, partido, medios– para dirimir sus contradicciones por la vía de la deliberación, los actores políticos han convertido a las redes sociales, particularmente Twitter, en el escenario de una guerra civil virtual. A los señalamientos de la conferencia mañanera, lo medios responden puntualmente en las portadas de sus diarios y sus espacios de noticias. Los espacios de opinión se han convertido en nicho de francotiradores, de uno y otro bando. Incluso en el gremio periodístico, el alineamiento partidario ha sustituido a la reflexión crítica. No hay espacio para el debate argumentativo, para el derecho a disentir.

En el territorio nacional, la incomunicación se expresa en una lamentable balcanización. Ante la fractura de los canales de comunicación con la Federación, numerosos gobiernos estatales han tomado a su cargo el diseño y la implementación de acciones para enfrentar la epidemia, al tiempo que exhiben su desacuerdo con el pacto fiscal vigente. Esta fragmentación pone en crisis la viabilidad de la República.

Ante este escenario, resulta desafortunado el llamado que unos y otros hacen para “cerrar filas”, que se traduce en el endurecimiento de las posiciones en pugna. Por el contrario, habría que intentar “tender puentes”, abrir el diálogo, restablecer los canales de comunicación. Abatir la incomunicación para enfrentar unidos el embate de la epidemia.

Twitter: @fracegon

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