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Lecciones de Mujica

Ayer renunció a su escaño José Mujica, a quien el director de cine Emir Kusturica llamó “el último héroe de la política” cuando lo conoció filmando un documental sobre su vida titulado El Pepe, una vida suprema. Así se retira de la política en activo quien fuera presidente de Uruguay entre 2010 y 2015, después de una vida intensa que ha incluido ser guerrillero, pasar por un encarcelamiento en condiciones muy duras durante un periodo de dictadura y luego ser un político reconocido a nivel internacional por la coherencia entre sus ideas y sus acciones. 

En su discurso de despedida del Senado pronunció una frase que ha hecho eco en muchos medios porque buena falta hace escucharla en estas latitudes: “Tengo mi buena cantidad de defectos. Soy pasional. Pero en mi jardín hace décadas que no cultivo el odio. Aprendí una dura lección que me puso la vida: el odio termina estupidizando porque nos hace perder objetividad frente a las cosas. El odio es ciego, como el amor, pero el amor es creador y el odio nos destruye”. 

Sus posturas a veces controversiales generan opiniones divididas entre la gente a la hora de juzgarlo, pero deja un legado que muchos de los políticos que hoy nos gobiernan podrían aprovechar y aprender. Resalto aquí tres acciones que impulsó que merecen reflexión. 

Primera, la desigualdad de Latinoamérica se debe atender en sus raíces, de forma pacífica y sumando a todos. Teniendo claro el diagnóstico, Mujica optó por alejarse de los tratamientos de izquierda que no funcionan como el de Venezuela (Chávez) y Bolivia (Morales), y optó por políticas económicas más parecidas a las de Chile (Bachelet) y Brasil (Lula). 

Entendió desde el principio que terminar con la desigualdad no pasa necesariamente por una revolución y el enfrentamiento de clases, sino manteniendo las políticas que sí funcionan y reformando gradualmente las que no. Con esta visión consiguió reducir el desempleo, bajar significativamente el índice de pobreza y elevar en varias magnitudes el salario mínimo. 

En un continente marcado por la guerra contra las drogas, se atrevió a ir contra corriente y legalizar la venta de marihuana en 2012, una medida que potencialmente resuelve un problema de seguridad de forma pacífica, alterando dinámicas económicas. 

Segunda, la solución a los problemas globales se encuentra en la integración de estados multinacionales, no en el aislamiento. Así como Angela Merkel ha repetido en tiempos recientes que el único camino para Europa frente a retos como la pandemia de Covid-19 y para seguir siendo relevantes en un mundo multipolar, Mujica ha sido un fuerte promotor de que los países en la región latinoamericana sigan el mismo camino que la Unión Europea. 

Esto se tradujo en iniciativas para incrementar la integración en Mercosur y en el impulso de inversiones en infraestructuras binacionales con sus vecinos Brasil y Argentina. 

Tercera, las generaciones de hoy tienen que ser solidarias con las generaciones de mañana en términos del uso sostenible de nuestro planeta. 

En 2013, en un discurso frente a la Asamblea General de las Naciones Unidas, Mujica habló de “regresar a la simplicidad, con vidas basadas en relaciones humanas, amor, amistad, aventura, solidaridad y familia, en lugar de vidas con personas encadenadas a la economía y los mercados”. 

De alguna manera el llamado de Mujica es parecido al que hace el divulgador científico sir David Attenborough en su último documental Una vida en nuestro planeta (que recomiendo ampliamente busquen en Netflix), a restaurar la biodiversidad en la Tierra y reconectar a la humanidad con la naturaleza de la que provenimos, como solución inmediata a los desajustes de nuestro planeta. 

En resumen, la lección de Mujica es que se puede ser de izquierda sumando en vez de dividiendo, integrando en vez de aislando y siendo conscientes de los retos globales que todos los países comparten. Acá en México nos vendría bien una dosis de eso. 

Twitter: @ortegarance

jl/I