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Una cartilla moral para políticos

Estamos a cinco meses de las elecciones donde se pondrá en perspectiva el poder real de los partidos en México. Estarán en juego 21 mil 368 cargos de elección, se elegirán a 500 diputados federales, 15 gubernaturas, más de mil diputados locales y mil 926 ayuntamientos. Se espera que más de 95 millones de personas ejerzan su voto en 2021. 

La democracia es un tema más amplio y profundo que las elecciones; uno de los mecanismos que aseguran la existencia de la democracia son los procesos electorales, y que hacen posible que los ciudadanos elijamos a nuestros gobernantes por un determinado periodo de tiempo, bajo ciertas reglas que aseguren la equidad entre los contendientes electorales, y se garantice que los votos de cada ciudadano sean libres y que cada uno de ellos sea reconocido, logrando que todos los participantes en el proceso electoral acepten los resultados de los comicios como válidos. 

En este sentido llama la atención el andamiaje de intereses políticos que permite a Félix Salgado Macedonio volver a presentarse como candidato por Morena, después de haber presidido un mal gobierno municipal de Acapulco, al cual fue encumbrado entonces por el PRD. 

En cualquier otro país un desempeño pésimo o mediocre en la vida pública es el camino al despido o a la jubilación política, pero en México todo vuelve a tener un color diferente cuando renacen las ambiciones electorales, cada tres o cada seis años. 

En nuestro país la clase política ha creado una burbuja social endogámica que impide el correcto desarrollo del proceso político. Desde esa burbuja social entienden al país y a sí mismos se hablan, dejando fuera a los ciudadanos. Les urge una cartilla moral creada por los ciudadanos. 

Este sistema permite que los que fracasaron, se presenten como conversos o hijos pródigos con nuevas ideas, con una “nueva ética” que va a renovar a todo el sistema social. En este proceso electoral seremos testigos de un cinismo muy elevado. 

Tanto la izquierda como la derecha han demostrado, tanto en lo político como en lo intelectual, que la tendencia al servilismo para obtener el poder hermana a todas las familias políticas. 

Para muchos analistas y sociólogos, este es uno de los problemas democráticos más serios de México: no haber logrado una renovación generacional ni con la transición que iniciaron los tecnócratas, ni con los gobiernos panistas ni con el retorno del PRI y ahora la 4T, que nos ofrece viejos liderazgos recreados en el discurso presidencial, porque al igual que los priistas de otro tiempo su discurso es repetir lo que el presidente dice. Pero son los mismos de toda la vida. Los mismos. Los resultados serán los mismos, solo cambia el logo del partido que los postula. 

A México le urge un contrapeso serio. Una oposición que acote el poder del gobierno y de los políticos y que genere un debate público sensato e inteligente sobre el país. 

Los políticos se han quedado atrás, ya no entienden ni quieren entender a los ciudadanos. El problema para nosotros los ciudadanos es que no tenemos un contrapeso viable. 

Para consolidar los procesos democráticos se debe iniciar con una reflexión personal acerca de la democracia, la cual no se podrá conseguir sin un verdadero desarrollo y participación ciudadana y que esa participación no se limite al periodo electoral, sino que promovamos la vigilancia de las autoridades, así como el compromiso, la participación y la conformación de una agenda ciudadana que represente los deseos de paz, de justicia, de democracia, y del desarrollo humano y solidario que todos anhelamos en este 2021. 

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jl/I