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Vestidos de parachicos, cientos de personas salieron a las calles principales de Chiapa de Corzo, Chiapas, en un ambiente de esperanza después de un año complejo por el Covid-19 y el accidente vial en el que fallecieron 56 migrantes.
Los parachicos son danzantes tradicionales de la fiesta grande de Chiapa de Corzo, que tiene lugar del 4 al 23 de enero. Sus orígenes son prehispánicos, pero con el tiempo se fue fusionando con el catolicismo.
Los danzantes usan una máscara de madera y un sarape. En la cabeza una especie de casco decorado de manera que asemeja el rubio del cabello de los españoles en la época de la colonia.
Con este atuendo salen por las calles a bailar al son del tambor y una flauta. En su recorrido bailan por las calles y visitan templos y casas.
“Salimos a danzar porque es importante sanar el alma, el corazón y la vida, estamos en tiempo de pandemia, estamos conscientes de eso, creo que lo más importante es que salgamos con esa fe y devoción para que nuestros santos y principalmente Dios nos van puedan salvar”, dijo Guadalupe Rubisel Gómez, patrón de los Parachicos desde 1999.
Gómez relató que esta danza se realiza desde hace más de 300 años en honor al Señor de Esquipulas (Se le dice así en referencia a una imagen de Cristo crucificado que se encuentra en la Basílica de Esquipulas, en la ciudad del mismo nombre en Guatemala) y de dos santos del catolicismo: San Antonio Abad y San Sebastián Mártir.
En esta ocasión, solamente bailaron en los patios de las ermitas y las iglesias para respetar las normas, ya que no están permitidos los actos donde se aglomere mucha gente.
Mauricio de la Cruz expresó que esta es una tradición arraigada del pueblo de Chiapa de Corzo. “Desde niño salgo y esta danza la traigo muy arraigada por motivos muy personales y es muy íntimo, pero la fe es la mejor medicina”, compartió mientras avanzaba la comparsa de parachicos por las calles y lanzaban vivas a los santos y a la Virgen.
Doña María Guadalupe Martínez, habitante de Chiapa Corzo dijo: “Es muy importante porque es la alegría de nuestro pueblo, nuestras tradiciones, nuestras costumbres, y me siento orgullosa de ser chiapacorseña”.
Antes de perderse entre los danzantes y visitantes envió un mensaje de aliento para todos los convalecientes por el Covid-19, “que Dios les conceda salud, cuidándonos, protegiéndonos y que toda la gente que esté enferma se fortalezca y salga bien de esa enfermedad”, añadió.
En esta tradición, que comenzó en 1711, se calcula que participan habitualmente alrededor de 6 mil personas, pero por la pandemia el número se redujo considerablemente este 2022.
Los parachicos son dirigidos por un patrón que porta una máscara de expresión severa, una guitarra y un látigo para castigar simbólicamente el pecado y la desobediencia, mientras toca la flauta, seguido por los mayordomos y autoridades que responden con aclamaciones, lo mismo que los jóvenes y niños que imitan los movimientos de los adultos.
La danza de los parachicos es la transmisión de conocimientos ancestrales heredados. Fue en 2010 declarada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura).
jl/I