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Los López amparándose
Porque nos la quitaron
El obispo de la Diócesis de Cuernavaca, Morelos, monseñor Ramón Castro Castro, escribió el 10 de octubre de 2021 en su cuenta de Facebook: “En misa de 12 hemos ofrecido nuestra oración y la Eucaristía por la Vida Consagrada y por la VI Jornada Nacional de Búsqueda”. Se refería a los colectivos de familias que, constituidos como Brigada Nacional de Búsqueda de Personas Desaparecidas, empezaron ese día diversas actividades en 14 municipios de Morelos. Saben que a su paso restañan heridas.
Secretario general de la Conferencia del Episcopado Mexicano, originario de Teocuitatlán, Jalisco, Castro Castro subió cuatro fotografías a su cuenta en esa red social. En una aparecen decenas de madres y padres, de pie, distribuidos entre las bancas de la Catedral de Cuernavaca. Cargan imágenes de sus familiares desaparecidos. En la parte posterior cuelgan lonas con los nombres, rostros y datos de quienes se desconoce su paradero.
Los participantes en esta sexta brigada representaban a 160 colectivos del país agrupados en la Red de Enlaces Nacionales. No sólo buscan a los hijos o hijas, esposos o esposas, hermanas o hermanos, propios o de otras familias; también a su paso van realizando acciones en pro de la construcción de paz. Donde la violencia ha dejado sufrimiento, su mensaje es un bálsamo.
Ese domingo 10 de octubre, con el apoyo de comunidades religiosas se instalaron por primera vez buzones de paz. El primero se colocó en la propia Catedral, un viejo edificio del siglo 16. Los buzones son sencillas cajas de cartón, forradas, para que se depositen ahí mensajes de solidaridad con las familias o, muy importante, información con remitente anónimo de sitios o posibles pistas para hallar a personas desaparecidas. Un mensaje puede ser una brújula.
Las buscadoras han recibido llamadas telefónicas, correos y, en buzones de paz, cartas anónimas. Gracias a esto, por ejemplo, localizaron restos de cuerpos y fragmentos óseos en fosas clandestinas en Yecapixtla, Morelos.
Son enormes los riesgos que enfrentan las integrantes de las brigadas, que son seguidas, observadas y amenazadas. Pese a todo, las familias continúan la búsqueda en predios, hospitales, centros penitenciarios, centros forenses. Aclaran que no les interesa hallar culpables, sino a los desaparecidos. Buscan paz para las familias y sus víctimas.
En vez de almacenar quejas o denuncias, como suelen utilizarse en diferentes instituciones, los buzones de paz están abiertos a recibir mensajes de esperanza o con información veraz. Los corazones y las manos anónimas que saben algo, aunque sea mínimo, pueden facilitar que una familia ubique con vida a un desaparecido. O posibilitar su regreso para darle un adiós, con la dignidad que merece.
En Jalisco la cifra de desaparecidos se acerca a los 16 mil. Hay un enorme sufrimiento acumulado. Son numerosas las familias que durante años han buscado a quienes son parte de sus amores, historias e identidad. Sin embargo, por diferentes razones, las autoridades responsables poco o nada avanzan en los hallazgos.
La mayor parte de Jalisco lo abarcan las diócesis de Autlán, Zapotlán el Grande, San Juan de los Lagos y Guadalajara. Está abierta la posibilidad de que, con el aval de las autoridades religiosas y respaldo de sus comunidades, en la Catedral tapatía y en la mayor cantidad posible de parroquias se coloquen buzones de paz. Sería un gesto solidario posiblemente pequeño, pero de enorme valía en muchos sentidos. Impulsar esa acción es, desde la fe, la solidaridad pastoral y el respeto por la vida, aligerar un poquito la pesada cruz que cargan miles de familias en Jalisco. En Morelos ya lo hicieron.
Twitter: @SergioRenedDios
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