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La construcción de paz es el camino y la tarea

El crimen organizado vive y usa la violencia como una acción instrumental para asegurar los territorios, dominar una región y garantizar el crecimiento y orden en sus negocios. La autoridad, la responsable de combatirla, en sus tres niveles está desorganizada, y muchas veces capturada por el propio crimen organizado, y sin una estrategia efectiva para detener esa violencia cotidiana.

Ante esta situación de violencia, el periodista y sacerdote Antonio Villalvazo Díaz, especialista en temas sociales y comunitarios, señala que “lo que estamos viviendo en México es el surgimiento de un nuevo estilo de vida”, y argumenta que se manifiesta este nuevo estilo de vida en tres dimensiones:

Primero, una cultura y clase política rebasada, que está interesada en reelegirse y lucrar, así como ocultar sus ganancias y vivir en total impunidad.

Una segunda dimensión es la nueva ola de delincuentes que aprovechan el sistema de justicia mexicano, totalmente fallido, solo para aumentar sus ganancias en el tráfico de las drogas, extendiendo su acción hacia otros rubros como la extorsión, la trata de personas y el secuestro.

Y, por último, una población que olvida rápidamente los agravios sufridos, y que no cree que es posible padecerlos, hasta que los sufre en carne propia y, que está lejos de organizarse para cambiar el mundo que habita. Se da el fenómeno de un crimen muy organizado frente a una sociedad desarticulada y desorganizada.

Cuando hace unas semanas, la iglesia en México convocó a todos los católicos, cristianos y gente de buena voluntad a una Jornada de Oración por la Paz, surgieron algunas voces, entre ellas, las de los sacerdotes y laicos que trabajan en medios de comunicación de la iglesia, que conforman la Provincia Eclesiástica de Guadalajara, que, en una reflexión conjunta, que además de la oración, lanzan la propuesta de que la construcción de paz debe tejerse con cinco hilos.

Uno es vivir la democracia. Aceptar que pensamos y somos diferentes, y que las visiones y proyectos diferentes de país pueden interactuar, con el respeto profundo a la pluralidad, dialogando, valorando la participación de todos, y aspirando siempre al bien común.

Otro es impulsar el desarrollo integral. Los modelos económicos no prescriben por decreto, hay que ponerles candados a sus mecanismos de acumulación de los bienes para redistribuir los beneficios a la sociedad de manera justa. Se tiene que promover una economía social que aliente los procesos productivos solidarios. Transitar de la dispersión egoísta al bien común es tarea indispensable en la construcción de la paz y un principio rector de nuestra sociedad.

Un tercer hilo es propiciar la cultura de paz. La cultura dominante es la que ha impuesto la violencia como estilo de vida: el individualismo, la competencia, el consumismo, la ganancia, junto con el racismo y la xenofobia estimulan varias formas de discriminación. Por eso es imprescindible un cambio cultural sin el cual los cambios políticos y económicos se quedan en la superficie.

El cuarto hilo es la educación. La educación es la principal herramienta que tenemos para las transformaciones culturales. Aún no llega la revolución educativa que nos prepare para establecer relaciones de paz. Urge un nuevo modelo educativo que construya valores, actitudes y conductas pacíficas y amistosas para que sepamos resolver las diferencias y los conflictos de manera pacífica.

Un quinto hilo es la oración confiada, comunitaria y profunda. La oración es el alimento en el camino. El creyente encuentra la lucidez que necesita para abrirse camino entre los desgastes, los conflictos. La plegaria del Padre nuestro representa las siete grandes necesidades que debemos pedir y por las que debemos luchar para vivir, amar y servir.

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