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Un México violento
Porque nos la quitaron
Ocho años sin Erika Cueto Vázquez
Desaparecida el 12 de noviembre de 2014
Alfaro dice que desapareció voluntariamente
Dicho en general, entre la sociedad y los gobiernos cada vez crecen las diferencias respecto de cuáles deberían ser la prelación de los problemas a atender. Uno de los principios de la democracia liberal dice que los gobiernos deben atender aquellos problemas que a la sociedad le parezcan más importantes y no los que los gobiernos así consideren. Pero, como sabemos, ese es otro de los principios incumplidos, pero que le son muy funcionales al sistema.
Esta cuestión o incompatibilidad se enrarece más cuando también en la sociedad aparecen diferencias respecto de lo que es o debe ser prioritario. Desde luego, las diferencias en la sociedad no es un extraño. No lo es porque esta nunca ha sido un todo homogéneo. Es más bien todo lo contrario: el reino de la diferencia y la diversidad de ideas, opiniones, filosofías, percepciones, cosmovisiones, etc. Todo un mundo de subjetividades, si bien no todas alcanzan expresividad.
El problema entonces no es que en la sociedad haya diferencias en las formas de ver y entender la vida y sus procesos. El o los problemas aparecen o se enredan más cuando, como hoy se dice, hay externalidades, como los partidos políticos, u otros poderes fácticos, que interesadamente, de forma subterfugia, pretenden hacer pasar sus intereses y/o privilegios particulares como si fueran preocupaciones generales y, por tanto, prioritarias. Privilegios que este sistema desigual les otorgó en otro momento y a los que no quieren renunciar, a pesar de que han sido motivo de críticas también desde el momento en que les fueron concedidos.
Alterar o tergiversar las prioridades tiene implicaciones fuertes que van más allá de lo evidente. Por ejemplo, hacernos creer que una reforma electoral es lo importante y por la cual debemos estar dispuestos a enfrentarnos en la calle, en realidad lo que pretende es que olvidemos en México que hace apenas pocos meses estábamos aterrorizados por la pandemia y más por la evidente incapacidad e insuficiencia del sistema de salud público; que hagamos omisión de los cientos de miles de muertos a los que ni siquiera pudimos despedir pero, sobre todo, que cancelemos lo que socialmente se había afirmado: que no debemos volver a la normalidad porque aquella normalidad es el problema que nos llevó a la pandemia. Visto así, la imposición de prioridades puede poner en riesgo la vida de muchos y también tiene una cara contrainsurgente y eso lo saben perfectamente quienes alteran las prioridades.
Así, fortalecer el sistema público de salud; revertir el colapso climático; evitar más desaparecidos y atender debidamente a los familiares; reducir los niveles alarmantes de pobreza, así como los índices de contaminación del aire y de los cuerpos de agua, etc., no pasan a segundo término. En realidad, se dejan de lado por parte del sistema para que sea la sociedad quien, con sus propios medios y recursos los atienda. Y si no pueden hacerlo, pues será otra evidencia de su poca creatividad, de su falta de emprendimiento.
Hay que asumirlo entonces, sociedad y gobierno, clase en el poder, caminamos por rumbos distintos. Así lo han decidido ellos, pero insisten en convencernos de lo contrario. Ellos, como suelen decirlo, tienen su agenda y sus objetivos son muy claros: mantenerse en el poder y seguir reproduciendo este sistema. En eso nos llevan ventaja.
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jl/I