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La lectura, hasta en el baño: Cartarescu

AMOR A PRIMERA VISTA. El primer contacto que Mircea Cartarescu tuvo con las letras fue a través del periódico. Los primeros libros llegaron a su casa como parte del salario que cobraba su padre cuando ya era periodista especializado en temas de agricultur

Mircea Cartarescu contó que él lee en todas partes. Que tiene libros por todas partes. Que no puede comer sin leer y hasta lee cuando va al baño. El escritor rumano, ganador del Premio de Literatura FIL en Lenguas Romances 2022 se reunió ayer con jóvenes, a quienes habló de su niñez, de sus primeros contactos con las letras, de la pobreza de su país, de la migración del campo a la ciudad, pero sobre todo de la importancia de cumplir los sueños.

Acompañado del escritor Antonio Sáenz Delgado, quien definió a Cartarescu como “un soñador incurable”, y de Marian Ochoa, la traductora que ha hecho posible que el rumano sea leído en español, contó que su primera novela la escribió a los 9 años de edad, que era de nueve páginas y tenía dos personajes, Jack y Jimy, quienes le daban la vuelta al mundo. Entonces podía crear diálogos, crear acción, pero no describir las cosas. Cuando tuvo que describir una cabaña que encontraron en el bosque no supo qué decir, así que la dibujó y solucionó el problema.

“Pensaba que lo de mil jóvenes era una metáfora y veo que es una realidad”, había dicho antes el escritor al comenzar y ver la sala llena. Relató que su país es el más pobre de Europa y que se parece más a los de América Latina. “Es un país tan pobre del que por desgracia todo mundo se quiere marchar”, señaló.

Sus padres eran campesinos, pero migraron a la ciudad cuando a quienes gobernaban se les ocurrió apostar por la industrialización, así que su padre se convirtió en un obrero de una fábrica de tranvías y su madre en tejedora. Vivían en una habitación y relató que él caminó hasta el año y medio, cuando se le permitió tocar el piso de cemento frío.

El primer contacto con las letras fue a través del periódico. Los primeros libros llegaron a su casa como parte del salario que cobraba su padre cuando ya era periodista especializado en temas de agricultura, pero eran de temas variados. Dice que los hojeaba y los leía, jugaba con ellos, así como algunos niños juegan con pistolas o con cochecitos.

Su madre lo echaba a la calle para que fuera a jugar y cerraba la puerta. Pero después de una hora la abría y él seguía en el umbral, esperando para regresar a leer.

Después de esa primera novela de nueve páginas llegaron los primeros versos, que eran “muy malos, espantosos, terribles. No tenían sentido, pero a mí me encantaban”, hasta que en el Liceo se topó con un círculo literario “y allí entendí por primera vez qué significa escribir”.

Cuando le preguntaron cuál de sus libros recomendaría a los jóvenes que quieren empezar a leerlo, dijo que era difícil decidir, porque los libros son como los hijos para las madres, a todos se les quiere igual. Así que recomendó el que les costara más barato, para que no les sucediera como a él, que tenía que gastar el dinero que su madre le daba para un sándwich y un jugo, para comprar sus primeros libros.

INSPIRACIÓN. El escritor se dijo sorprendido de verse rodeado de tantos jóvenes que quisieron compartir un momento de su vida con él. (Foto: Jorge Alberto Mendoza)

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