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La gran Feria del Libro

In memoriam Raúl Padilla

 

Es imposible para mí pensar en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, sin duda la mejor de todo el mundo de habla española y quizás el mayor motivo de presumir actualmente por parte de quienes vivimos en esta ciudad. Recuérdese que ni siquiera se pudo celebrar con decoro el bicentenario de la creación del Estado Libre de Jalisco y, peor aún, con un gobierno que arremetió contra la propia feria del año pasado acarreando sus huestes a la calle para que arremetieran contra ella.

Prácticamente en todo el mundo se tiene noticia de nuestra FIL y se la admira.

En mi caso particular no puedo negar un tinte de orgullo por haber coadyuvado hace más de 37 años a su creación y haber sido parte del equipo que operó durante los primeros años, hasta que se cometió el error de poner al frente de ella a una señora que, además de disolvente, resultó corrupta con ganas. Por fortuna cuando se conocieron sus pecados se fue… a trabajar con el gobierno.

Recuerdo como si fuera ayer aquella reunión en el aeropuerto de México, con Padilla y el cronista Juan López, a la sazón director del Instituto Cabañas. Iban a la Feria del Libro de Buenos Aires. Fue entonces cuando Raúl me habló de la idea que tenía de crear una en Guadalajara, que se pensaba entonces que habría de realizarse precisamente en el antiguo Hospicio. Para decírmelo me habían invitado un café mientras esperaban el vuelo.

Fui muy claro: le dije que era una locura hacer eso en una ciudad como la nuestra que casi no tenía librerías ni siquiera en los alrededores de la Universidad… Confieso que olvidé que cada año, con relativo éxito, se celebraba una feria municipal, creada por Salvador Cárdenas Navarro cuando fue regidor de Cultura, en el gobierno de Efraín Urzúa Macías. Recuerdo su mirada de pescado hervido cuando me dijo que lamentaba mi negativa.

“Eso no es cierto”, le repliqué, “es una locura pero puedes contar conmigo”. Nos abrazamos: ellos se fueron al avión y yo regresé a mi casa.

En efecto hice todo lo que pude. Incluso aproveché que trabajaba en la cancillería para organizar en ella una “recepción” a la que se invitó a todas las representaciones diplomáticas en México. Solamente Estados Unidos no estuvo presente. Asimismo, Padilla hizo un excelente discurso que auguraba el hecho de que la locura no lo fuera tanto. La ciudad no era proclive, pero él era capaz de hacerlo.

De lo que vino después se pude hacer una enciclopedia. Unas ferias más que otras han dado mucho de qué hablar dentro y fuera de casa. Todas productivas en muchos sentidos para nuestra comunidad. Pero eso ya debe ser obra de expertos.

Siendo ésta la primera Feria Internacional del Libro de Guadalajara sin Raúl Padilla resulta normal que lo recordemos con gratitud y brindemos por su memoria. Pero tengamos también presente que todos, cada quien en su rol, somos responsables del futuro de ella. Supongo que el mejor homenaje que podemos rendir a su memoria y a su extraordinaria actividad en beneficio de nuestra Universidad, de nuestra cultura y el prestigio que le ha dado a Jalisco es precisamente no dejar de sumar energías para que tanto la feria como las otras instituciones y actividades a las que les dio vida sigan cumpliendo con las misiones para las que fueron creadas.

Por lo que se refiere a la FIL, todo parece indicar que va muy bien. Ahora la invitada es la Unión Europea, luego vendrá España que, seguramente, mejorará sensiblemente su triste papel del año 2000, y luego vendrá la ciudad de Barcelona, cuyo brillante antecedente de 2004 sugiere que su participación será espléndida en 2025.

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jl/I