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Una mirada afectiva al adulto mayor

El 1 de octubre se conmemoró, como cada año desde 1991, el Día Internacional del Adulto Mayor, brindándonos la oportunidad para reflexionar y cuestionar una idea equivocada que aún persiste: que las personas mayores ya no necesitan afecto, que se vuelven amargadas o que el amor deja de tener sentido en sus vidas. Nada más lejos de la realidad.

Diversos estudios han demostrado que el amor y el afecto no desaparecen con la edad, sino que se transforman. Investigadores como Villara (2005) encontraron que, en la vejez, las relaciones de pareja tienden a ser más estables, con mayor compromiso y ternura, aunque con menos intensidad pasional. Es decir, el amor se vuelve más profundo, más sereno y más significativo.

Además, Cerquera Córdoba y colaboradores (2012) mostraron que muchas personas mayores están abiertas a volver a enamorarse después de una pérdida. El afecto sigue siendo una necesidad humana, sin importar la edad. El cariño, la compañía y el contacto emocional son tan importantes en esta etapa como lo es durante la juventud y adultez temprana.

Desde la psicología se ha estudiado cómo los vínculos afectivos en la vejez influyen directamente en la salud emocional. Quiroga-Méndez (2023) señala que tener relaciones seguras y cercanas ayuda a regular las emociones, enfrentar la soledad y mejorar el bienestar general. Por el contrario, la falta de afecto puede llevar al aislamiento y a problemas de salud mental.

Entonces, ¿por qué seguimos creyendo que el adulto mayor ya no necesita amor? Tal vez porque confundimos madurez con desapego o porque nos cuesta ver la ternura en quienes han vivido tanto. Pero la realidad es que el amor en la vejez no se apaga: se resignifica. Se expresa en gestos, en palabras, en miradas, en el deseo de compartir la vida y sus bastas experiencias con los demás.

Este Día Internacional del Adulto Mayor nos deja el eco de mirar con otros ojos a quienes nos preceden. Para reconocer que el afecto no tiene fecha de caducidad y que todos —sin importar la edad— merecemos vínculos que nos hagan sentir acompañados, validados y queridos.

Amar en la vejez es un acto de valentía y sabiduría. Es la prueba de que el corazón, como el alma, no envejece. Tomemos un tiempo para escuchar y conocer la vida de aquellos que pisaron la tierra mucho antes que nosotros.

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