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Panteón de Mezquitán, de la celebridad al olvido

Atmósfera. El Panteón de Mezquitán se ha convertido en un atractivo, por lo que no es extraño encontrarse a visitantes que acuden para observar el ambiente particular de este sitio. (Fotos: Alfonso Hernández / Grisel Pajarito)

Con más de 120 años en operaciones, el Panteón de Mezquitán es el segundo cementerio más antiguo en el municipio de Guadalajara; por toda su vida activa y las personas que ahí se encuentran sepultadas es un lugar lleno de historia.

El 977 de la calzada del Federalismo, en plena colonia Mezquitán, corresponde a un panteón que tiene más de 160 metros cuadrados de extensión, repleto todo de criptas y esculturas que le dan su identidad particular.

Construido por mandato del entonces gobernador Mariano Escobedo, e inaugurado el 2 de noviembre de 1896, el Panteón de Mezquitán es el segundo más antiguo después del de Santa Paula, mejor conocido como Panteón de Belén, que tras su saturación dio paso al que aquí nos ocupa.

Como el de Belén, el Panteón de Mezquitán se ha convertido en un atractivo turístico, por lo que no es extraño encontrarse a un buen número de visitantes que acuden para observar el ambiente particular de este sitio.

El cementerio, por supuesto, tiene sus leyendas. La más conocida es la que se refiere a los antiguos propietarios de la Casa de los Perros, que actualmente resguarda al Museo del Periodismo, y cuyos restos se hallan en una de las muchas criptas del lugar.

Cuentan que, creyendo en la existencia de un tesoro oculto en la Casa de los Perros, los crédulos acudían a rezar ante la cripta para que se le revelara el secreto, recordó Armando González, cronista de la ciudad.

“El mausoleo de la familia que era dueña de la Casa de los Perros está en Mezquitán y se supone que como murieron sin herederos, el dueño prometió que la casa sería entregada a aquel que aguantará un rosario en el panteón a las 12 de la noche; cuenta la leyenda que el difunto les iba a contestar la cortesía, pero nadie ganó el reto. Esta es la leyenda más célebre de este lugar”, narró el experto.

Se dice también que la primera persona sepultada en este cementerio fue un boticario alemán.

“La administración del panteón había ofrecido que los trámite serían gratuitos para el primero que fuera sepultado, así que apenas murió el boticario los familiares, compungidos como debían estar, reclamaron esta oferta”, contó Armando González.

Estas leyendas pueden observarse a lo largo del mural que abraza toda la pared exterior del recinto, donde también pueden verse otras historias en las que se aparecen retratadas las clases sociales y su poder en los años de mayor esplendor de este panteón.

Personalidades

Los restos de las personas que aquí descansan también se han convertido en un atractivo.

“Dado a que es un panteón que se construyó a finales del siglo 19 y se empezó a poblarse paulatinamente a lo largo del siglo 20, mucha gente muy importante de Guadalajara está sepultada aquí”.

El historiador Arturo Chávez, el ingeniero  Juan Ignacio Matute Cañedo, el padre Cuellar, el músico Clemente Aguirre e Irene Robledo,  ya exhumada para irse a la Rotonda de los Jaliscienses Ilustres, han tenido sitio en este lugar, que guarda además algunas figuras del escultor italiano Vicente Gusmeri Capra.

Cambios

Aunque son pocas las modificaciones que este panteón ha sufrido, éstas han sido significativas.

La más importante ha sido la apertura de la avenida Tolsa, que provocó la división del Panteón de Mezquitán en dos partes.

La apertura de otras áreas y nuevas gavetas fue otro suceso importante.

“Hay que destacar que el gobierno municipal hizo la compra de varias gavetas para sepultar a personas que carecían recursos para adquirirlas y cuyos familiares murieron en las explosiones del 22 de abril de 1992. El área de crematorio es otra novedad, pero uno delos temas que sigue llamando la atención de los visitantes son los epitafios.

El tiempo y el descuido, sin embrago, muestran al Panteón de Mezquitán con un buen grado de deterioro.

da/i