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Trump en su propia trampa

El gobierno del presidente Trump mostró que no solo es capaz de perseguir y criminalizar a la población latina, sino que es altamente competente para comprometer la economía; la seguridad y estabilidad política y social en esa nación.

Quizá por ello, ahora se afana en involucrar a su país en un nuevo conflicto internacional; para distraer el foco de atención, de discusión y percepción de la opinión pública en su país y en el mundo. Ese es el terreno en el que el presidente confía, desenvolverse mejor. Solo que, el mundo ya constató que las redadas en que “agentes” sin uniformes y vehículos oficiales detienen, golpean, arrestan y deportan a personas por su apariencia, idioma o acento, no son la mejor respuesta de un gobierno dispuesto a complacer a una base electoral que exige castigos y no soluciones.

Estados Unidos de Norteamérica claramente es una nación en donde se violan las garantías y el derecho al debido proceso. Es un país que obstaculiza y niega el acceso a las personas a una defensa justa. Esto no puede ocultarse y tendrá graves consecuencias inmediatas y futuras para el pueblo estadounidense.

En California -el estado que detenta la quinta economía más importante en el mundo-, los barrios latinos lucen vacíos; los comercios permanecen cerrados y se estima un desplome de hasta 70 por ciento en el movimiento económico en zonas donde la comunidad hispana es motor. Los empresarios comienzan a resentir la ausencia de personal en restaurantes, en los campos agrícolas y en la construcción; muchos de estos giros ya están paralizados.

Y acaso,  ¿no era Trump quien decía defender los intereses de los trabajadores?

Esa fue la promesa de campaña que generó simpatías y votos en la clase media estadounidense, incluso entre los propios hispanos que ilusoriamente confiaron en ese discurso. El golpe de realidad es que, sin trabajadores migrantes regularizados o no, Estados Unidos de Norteamérica simplemente, no opera, ni prospera. Es un país fundado y desarrollado con migrantes, pero también es una nación que adeuda el reconocimiento, la protección y seguridad para millones de trabajadores que explota el sistema económico capitalista.

Hoy el presidente Trump y su base electoral están atrapados en su propio discurso, en su retahíla de xenofobia, criminalización y mentiras.

Con fundada razón, en el pueblo estadounidense hay indignación. También miedo, y terror de vivir en un país atrapado por un poder único. Las consecuencias más graves se pueden constatar en la separación de las familias; en la vida, la salud y bienestar de niñas, niños y adolescentes que se han quedado solos o al cuidado de abuelos, tíos o vecinos que no pueden atenderlos o protegerlos. Trasladar este costo al pueblo norteamericano, supone un claro choque de visiones: la de un país que cierra puertas y criminaliza la diversidad, contra otro que intenta -con aciertos y errores-, reconocer la dignidad de quienes construyen ese país desde abajo.

El pueblo estadounidense, más tarde que temprano, lo definirá.

X: @claudiaacn

jl/I