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Un México violento
Porque nos la quitaron
En el discurso público sobre migración, la conversación suele girar en torno a números, crisis humanitarias y medidas de control fronterizo, pero poco se habla de la comunicación para la integración de quienes llegan a nuevos territorios en la búsqueda de un futuro mejor. La movilidad humana es y será una circunstancia que nos atraviesa, lo deseemos o no. Por ello, frente a los discursos antimigrantes que arrecian es más que oportuno replantear la manera en que informamos, narramos e integramos a la población en movimiento en nuestras coberturas informativas, lo mismo que en nuestras conversaciones en la escuela, la casa y el trabajo.
La falta de información clara y accesible para las personas migrantes solo sirve a los grupos delictivos que lucran con estas personas porque se aprovechan de que desconocen sus derechos, los procedimientos de regularización o los servicios básicos a los que pueden acceder. Frente a esta circunstancia, los gobiernos y la sociedad podríamos apostar por campañas informativas multilingües, con mensajes directos y en formatos diversos: desde carteles en el transporte público hasta aplicaciones móviles con mapas de albergues y consulados para la atención de las personas en estas circunstancias. Esta comunicación no solo debe estar dirigida a quienes migran, sino también a las sociedades de tránsito y receptoras, promoviendo mensajes de convivencia e inclusión; lo mismo que para comunicar sobre la comisión de delitos que se pueden configurar y evitar, además de referir las oficinas y líneas de denuncia.
Ciertamente desde los espacios mediáticos las y los periodistas juegan un papel fundamental para incorporar narrativas de movilidad humana sin caer en las historias simplistas que presentan a las personas migrantes como víctimas eternas o asociadas a los discursos de criminalización. Romper con estos estereotipos implica abrir espacios para que las propias personas migrantes cuenten sus historias, no solo desde el sufrimiento, sino también desde la resiliencia y sus contribuciones a la sociedad. La responsabilidad periodística, nos llama pues, a incorporar enfoques más humanos y equilibrados para transformar percepciones y construir sociedades mejor informadas y más abiertas.
También en los espacios cotidianos como son las escuelas, los centros de trabajo, las iglesias, los mercados puede fomentarse la inclusión; las y los ciudadanos locales y migrantes pueden facilitar la adaptación de quienes llegan a sus comunidades. En el ámbito educativo, la sensibilización sobre la diversidad cultural desde edades tempranas es clave para reducir la discriminación y el rechazo; el arte y la cultura han demostrado ser poderosos vehículos de integración. La organización y asistencia a los festivales gastronómicos, muestras de cine migrante o espacios de expresión artística no solo celebran la diversidad, sino que permiten construir puentes entre comunidades.
Frente a los discursos de odio, una comunicación efectiva y empática es un acto de resistencia y de humanidad. No basta con abrir fronteras: también hay que abrir canales de diálogo, espacios de escucha y estrategias de integración que hagan de la migración una historia de oportunidades y no solo de supervivencia.
X: @claudiaacn
jl/I