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El Huachicol
Porque nos la quitaron
Sin duda, el debate más importante en la coyuntura política actual, es el caso de la Villa Panamericana. Un día, sin decir agua va, los que habitamos Guadalajara nos enteramos por la prensa que la venta de este edificio ya está apalabrada y casi consumada; al paso de los días aparece más información sobre este turbio proceso. El tema se politiza y surge un debate público, fuerte, que tiene como pregunta de fondo, ¿qué hacer con la Villa Panamericana?
Por supuesto, hay muchas respuestas para esta pregunta. Y las respuestas, vale la pena explicitarlo, estarán moldeadas por quién las enuncie y desde dónde las enuncie. Esto quiere decir que, como es un tema de político, la solución a este problema no puede ser “objetiva” y, por el contrario, estará sustentada en los valores políticos de x o y actores de la vida pública de este estado.
Ante esto, me parece relevante meterle un poco de historia al asunto. Los Juegos Panamericanos fueron una iniciativa que provino del gobierno de Emilio González Márquez. Este gobernador se caracterizó por una obsesión por pasar a la historia a través de grandes proyectos “modernizadores” y de hacerle “un lugar a Jalisco en el mundo”. Fue en su sexenio cuando Jalisco se hizo “famoso” por organizar los premios MTV y por ser el escenario de telenovelas en Televisa; fueron los tiempos del puente atirantado y de que casi se hace la “vía exprés”, de la apuesta por el “turismo religioso” y empresarial y por tanto, de apoyar, con dinero público, obras privadas como “el palacio de los mártires” y el “palacio de la comunicación y la cultura” y luego elefantes blancos como “La ciudad creativa digital”. Ante la crítica política y social, Emilio respondió con su tristemente célebre mentada de madre.
Todos estos proyectos faraónicos tuvieron como objetivo convertir a Guadalajara, ni siquiera a Jalisco, en un nodo de desarrollo económico y financiero en el mapa global. La organización de los Juegos Panamericanos fue otro proyecto insignia de esta estrategia. Quienes en su momento fuimos críticos de todos estos proyectos, señalábamos que, por una parte, era absurdo pensar en que Guadalajara se convirtiera en una ciudad de “primer mundo” mientras no se resolvieran problemas tan básicos en áreas como el medio ambiente, la educación, el trabajo e, incluso, la movilidad. Por otro lado, la crítica más fuerte era sobre los valores que moldaron la economía política de esta administración: generar desarrollo a partir de la inversión pública a iniciativas privadas. De todos los proyectos enunciados previamente, queda claro que no hubo beneficios colectivos y, por el contrario, se abultaron de dinero los bolsillos de unos cuantos.
El proyecto de desarrollo impulsado por Emilio, pero en general por las dos administraciones panistas que le precedieron, fracasó. Un aspecto muy cruel de este fracaso, es el destrozo ambiental de El Bajío a partir de la construcción de la Villa Panamericana. Si la pregunta de qué hacer con la Villa Panamericana parte de otros valores políticos con los que fueron construidas, entonces sí, las medidas radicales podrían cobrar sentido, medidas en donde el valor que vertebre a la solución sea el medio ambiente y el desarrollo sustentable de Guadalajara. Si los valores políticos que sustenten la decisión son que no se pierda dinero y que Guadalajara “vaya hacia delante” en convertirse en una ciudad moderna, entonces, la solución será de una macabra continuidad.
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JJ/I