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Cuando el periodismo y la ciudadanía encienden la luz

En un célebre ensayo publicado en diciembre de 2005, Julio Villanueva Chang –periodista y director de Etiqueta Negra– reflexionaba sobre un oficio que incluso antes de TikTok y las redes sociales ya vivía con prisas.

El periodismo, decía, era el oficio que sabía esperar. Citaba a Ryszard Kapuscinski, el reportero polaco que enseñó que este no es un oficio para cínicos. Kapuscinski advertía que los dueños y editores de los periódicos rara vez valoran la información por la verdad que contiene, sino por el interés que puede generar.

La periodista Alma Guillermoprieto apunta que no sólo existe una tecnología de la escritura, sino también una precariedad de la lectura. “Soñamos con un lector que no existe”, dice. El cronista escribe imaginando a un lector sensible, alguien que, en el mejor de los casos, haga algo con lo que escribimos. Pero el público, en realidad, es un enigma.

El viernes pasado, Sonia Serrano publicó en la portada de este periódico lo que para muchos era obvio: Eli Castro ha sido funcionaria por casi tres décadas, pero ¿nadie la había visto? Una mujer sin el perfil técnico ocupaba un cargo en el Siapa con salario de alto nivel. La nota puso en evidencia un sistema de favores que suele pasar desapercibido, protegido por la inercia y la costumbre.

Villanueva Chang, en el mismo ensayo, subraya cómo Freud y Conan Doyle estudiaron medicina antes de dedicarse a crear al psicoanálisis y a Sherlock Holmes. Ambos resolvían enigmas a partir de pistas pequeñas, irrelevantes a simple vista.

Los periodistas hacen algo similar, pero pueden equivocarse: herir la reputación o dañar al inocente. “He encontrado una manera de escribir con respeto, que radica en decir la verdad sin ofender”, dijo el gran cronista Gay Talese. Para encontrar la verdad hay que buscar la rigurosidad: ser exhaustivo y persistente.

Tras la publicación, un ciudadano –JP en redes sociales– hizo lo que parecería mínimo: cuestionó por qué alguien sin capacidades técnicas ocupaba un puesto público tan bien remunerado.

No buscó pleito ni aplausos, simplemente preguntó. La funcionaria respondió con soberbia: lo invitó a encontrarse en persona. El ciudadano, con temple y sin estridencias, acudió. Y ahí, la funcionaria confesó que ni siquiera asistía a trabajar porque estaba “comisionada”. Calificó de “resentidos sociales” a quienes cuestionaban su sueldo.

Desde 2017, Jalisco tiene un Sistema Estatal Anticorrupción compuesto por autoridades estatales, una Secretaría Ejecutiva y un Comité de Participación Social integrado por ciudadanos. Suman unas 30 personas en la secretaría, cinco consejeros y varios titulares de organismos. Su presupuesto para 2025 ronda los 47 millones de pesos, sin contar los casi 79 millones que maneja la fiscalía anticorrupción.

Y, sin embargo, fue una periodista que renunció al cinismo y un ciudadano que decidió preguntar quienes lograron más que todo un sistema que ni se ve ni se siente. El resultado: Eli Castro dejará de cobrar 73 mil pesos mensuales del erario.

Aquel ensayo de Villanueva Chang se llama El que enciende la luz. Eso hace el periodismo. Pero para que pasen cosas, también se necesitan ciudadanos dispuestos a encender la luz. Gracias a quienes ya lo hacen.

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