INICIO > OPINION
A-  | A  | A+

El presidente no puede (podrá) solo 

O todos o ninguno / o todo o nada / uno solo no puede salvarse 

Bertolt Brecht 

El hartazgo por la violencia y el reclamo contra la inseguridad ciudadana, incluso más que el tema de la corrupción, fue la razón principal por la que el 1 de julio del año pasado el voto electoral se decantó en forma masiva por Andrés Manuel López Obrador. El entonces candidato despertó enormes expectativas y alimentó grandes esperanzas respecto a su resolución. A un año de ejercicio de gobierno el problema sigue siendo el que más aqueja al ciudadano de a pie y sobre el que se han concentrado las críticas más severas y ha generado una creciente insatisfacción. 

Por su parte, el gobierno ha manifestado sensibilidad a los reclamos y ha reconocido que la respuesta ha sido insuficiente. En contraste con la ausencia de una estrategia integral que caracterizó a los gobiernos anteriores, desde su campaña AMLO adelantó los ejes que sustentarían la suya. 1) Atender a las causas estructurales; 2) integración de un gabinete de seguridad con una reunión cotidiana, y 3) conformación de una Guardia Nacional. Ya como presidente electo se habló de justicia transicional, una probable amnistía e incluso poner a discusión la legalización de la marihuana. Más recientemente ha manifestado su rechazo a una confrontación armada y su deseo de impulsar una fuerte campaña en contra del consumo y las adicciones. 

Sin embargo, no obstante que la inseguridad ha sido un tema constante en la agenda presidencial, la percepción general es que la estrategia se encuentra desarticulada y no termina de cuajar. Los eventos de la fallida detención de Ovidio y el ataque sufrido por la familia LeBarón han evidenciado estas deficiencias. Pero hay que entender que la proliferación del crimen organizado no es tanto resultado de la maldad intrínseca de las personas, como de las condiciones sociales que lo han hecho posible: un Estado que ha protegido con el manto de la impunidad las relaciones perversas entre los actores gubernamentales y el hampa organizada; el contubernio de las actividades empresariales y la economía delincuencial, amparadas ambas por una justicia omisa muy semejante a la complicidad; la explotación mediática de las acciones criminales, que las empresas de medios difunden profusamente bajo el pretexto de su noticiabilidad. 

Pero también y fundamentalmente, por la anuencia y permisividad que los ciudadanos manifestamos frente a la práctica cotidiana del trasiego criminal, en cuyos tentáculos se encuentran insertas redes de amistad y familiares. Casi todo mexicano, si no es que todos, tienen entre su círculo cercano a personas vinculadas, en algún nivel, con el crimen organizado. Este dato ilustra la profundidad del deterioro que experimenta el sistema social. Ese es el tamaño al que se enfrenta el gobierno de López Obrador. 

No se trata de cerrar filas de manera acrítica e incondicional, sino de abonar, cada quien desde su espacio y en la medida de su capacidad, para lograr la pacificación del país. Impulsar, al margen de las diferencias políticas e ideológicas, una tregua necesaria, un gran pacto de unidad nacional para enfrentar un desafío de esta magnitud. Para ello se requiere que cada una de las instituciones involucradas desarrolle la parte que le corresponde. El aparato de justicia en abatir la impunidad, el Legislativo en construir el andamiaje necesario de legalidad. Las Fuerzas Armadas y la Guardia Nacional en proteger la vida de los ciudadanos y combatir las diversas expresiones de la delincuencia y el crimen organizado. Los medios tienen una responsabilidad fundamental: fomentar el diálogo y el debate, en lugar de atizar la crispación. 

La Presidencia debe entender, de una vez por todas, que el país enfrenta una emergencia nacional y que, aunque su proyecto alternativo de nación implica profundas contradicciones sociales, derivadas de la pugna de intereses entre los beneficiarios del sistema y los sectores que sufren la desigualdad, la situación actual obliga a priorizar la búsqueda de la paz y la justicia, porque sin ellas no será posible la supervivencia de la sociedad, menos aún, llevar a cabo la cuarta transformación. 

Twitter: @fracegon

jl/I