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Para resolver los conflictos sin violencia

La violencia que sufrimos y que también ejercemos tiene su origen en muchos factores. Uno de ellos es la manera de entender qué es un conflicto y cómo se soluciona. 

Si los conflictos son parte inherente e inevitable de la vida humana, tendríamos que aprender a buscar la mejor manera de lidiar con ellos. Existen maneras de hacerlo que resultan menos violentas. Especialistas como Paco Cascón, Jorge Atilano y Gabriel Mendoza, entre muchos otros, lo han estudiado y tienen propuestas concretas. 

El primer paso es entender que no podremos escapar a los conflictos. Con mayor o menor frecuencia nos veremos implicados en ellos. Simples o graves, pero ahí estarán. Hay que aceptarlo. Habrá personas que disfruten verse envueltas en líos, pero la mayor parte preferimos estar en paz. 

Participar en un conflicto es, en el mejor de los casos, muy incómodo. Pero negar su existencia generalmente empeora la situación. Hacer como que no pasa nada no es ninguna solución. Los conflictos que no se ponen sobre la mesa suelen empeorar y estallan antes o después de maneras más violentas. 

Reconocer que tenemos un conflicto es básico y es el primer paso para buscar una solución que procure evitar la violencia. Ésta no es necesariamente física. 

Normalmente consideramos que el conflicto de por sí es “malo” y que en su solución habrá un ganador y un perdedor. Este es un segundo obstáculo. Hemos aprendido a que cuando hay una disputa alguien pierde y alguien gana. Es una construcción cultural. Incluso en temas como un debate entre candidatos en una elección siempre se habla de quién ganó y de quién perdió, cuando podríamos preguntar quién tuvo mejores argumentos para tal o cual asunto de los que se discutieron. Solemos tener visiones dicotómicas y maniqueas, poco analíticas. 

Como nadie queremos perder, cuando se nos presenta un conflicto buscamos evadirlo o bien, afrontarlo y hacer todo para ganar. Esta visión implica la creencia de que siempre tiene que haber un vencedor que gana todo y un vencido que pierde todo. 

En la propuesta de la atención no violenta de los conflictos no se trata de que uno gane y otro pierda. Sino de que las partes ganen, aunque algo tengan también que perder. Y para ello es fundamental reconocer las necesidades de las partes. Buena parte de los conflictos surgen porque existen necesidades distintas que se contraponen. Si éstas no se reconocen será muy difícil solucionar la disputa, porque entonces en lugar de discutir y conciliar las necesidades, se genera una lucha de posturas en que no hay solución posible. 

Pongamos un ejemplo muy básico, pero que puede ayudar a comprender esa parte. En una pareja hay un conflicto porque por las noches él quiere ver televisión y ella, dormir temprano. La disputa se convierte en una lucha de posturas: “apaga la tele”, “no la apago”. Es un conflicto sin solución porque se trata de posturas contrapuestas y porque quien ceda será el perdedor. 

Si se mueve la discusión al terreno de las necesidades, hay salida. Si ella expresa que necesita dormir y él, que necesita distraerse, hay solución porque sus necesidades no son excluyentes. Se puede sacar el aparato del cuarto, usar audífonos, usar un antifaz, acordar un horario… Se resuelve de una manera no violenta en la que no hay un vencedor ni un vencido, sino necesidades resueltas. 

Por supuesto que hay conflictos muchos más complejos, pero también personas especializadas que pueden ayudar a clarificar y a mediar. Hay procesos que funcionan incluso a nivel de una localidad. 

Es posible comenzar a construir una sociedad menos violenta, pero tenemos que aprender y querer hacerlo cotidianamente. Nos conviene a todos. 

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jl/I