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La imposibilidad de tirar en el mismo sentido

Cada vez resulta más complicado saber hacia dónde camina el país. La polarización que existe en torno al actual gobierno federal impide reconocer los aciertos y las fallas, incluso en momentos en que la pandemia de coronavirus tendría que hacernos tirar en el mismo sentido. Nos hallamos entre quienes defienden ciegamente al presidente Andrés Manuel López Obrador y quienes están dispuestos a que México viva la peor de sus crisis sólo por tener la razón sobre sus pronósticos negativos acerca de la administración morenista.

En el centro de esas dos posiciones queda el país. Es decir, todos los mexicanos que viven al día, que trabajan para salir adelante y que son invadidos por la incertidumbre, sin saber a quién dar la razón.

En los gobiernos anteriores la idea de progreso y desarrollo se centró en el apoyo a quienes más recursos tienen. Con el argumento de que son los empleadores se les condonaron millonarias sumas de impuestos, se les permitió saltarse las leyes de cualquier tipo para desarrollar sus industrias y empresas, sin importar que los salarios que pagaran fueran de miseria o que abusaran de las outsourcing para no asumir compromisos con sus trabajadores.

Esos mismos empresarios que no han querido renunciar a sus millonarios privilegios y ganancias desproporcionadas, algunas veces alcanzados de la mano de la corrupción, son los que ahora se quejan porque no han recibido apoyos. Incluso algunos de ellos son los que aquí en Jalisco empezaron a tomar medidas antes de que la crisis les afecte despidiendo trabajadores o bajando salarios. Piden apoyos del gobierno y hasta ahora no han puesto sobre la mesa la propuesta de lo que harán por el país, con cargo a su bolsillo.

El gobierno de López Obrador ha respondido ante la crisis como ha funcionado desde que llegaron al poder, enfocándose primordialmente a los programas sociales. Nadie puede llamarse engañado. Desde campaña, el compromiso fue que primero se atendería a los pobres. También está la austeridad, con la reducción de salarios, prestaciones y privilegios para muchos funcionarios públicos. El problema es el gran desorden y la falta de reglas al ejecutar esos programas.

Además, los expertos en finanzas advierten de manera reiterada el costo que esto traerá para la economía de México, al no tomarse las medidas necesarias para enfrentar la recesión que, aseguran, ya está aquí. La torpeza de López Obrador para llevar la economía del país, dicen, hará que la crisis que enfrentarán todas las naciones por la pausa a la que obliga el coronavirus sea aún peor para nosotros.

En medio de estas dos posturas están aquellos ciudadanos que se esfuerzan en su vida personal. Esos que se quedan en casa porque así contribuyen a no contagiar o no ser contagiados. Los que mantienen su economía estirando los pesos para que alcancen e incluso para que les permitan ayudar a otros. Están los ciudadanos asustados, tanto por la amenaza del Covid-19 como por la incertidumbre en su economía.

Estos ciudadanos son a los que hace falta un discurso unificado. Un patrón que reclame al gobierno, pero que también respete sus derechos laborales. Un gobernador que anuncie sus medidas anticipadas y de vanguardia. pero que también transparente el manejo que da a los recursos, para que sobre sus acciones no caigan velos oscuros como el de la compra de pruebas rápidas. Un gobierno federal que demuestre que está dando prioridad a la salud sin ser desmentido por personal médico sin los insumos necesarios para hacer su trabajo.

No estamos en momentos de fijar posturas políticas. No defiendo ni crucifico a López Obrador, pero este país me importa y solo pasaba por aquí (buen viaje, Luis Eduardo Aute).

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