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Mirar la vida desde una historieta

Sin duda, la historieta o cómic, llamado el noveno arte, es un medio de expresión sociocultural, que realiza un retrato de la época, en él se combinan elementos narrativos, semióticos y visuales comparables con la literatura, el cine, las artes escénicas, la arquitectura y la pintura para generar significados de la vida social. 

A inicios de los años 60, dos cómics en México representaron toda una innovación de mirar lo social. Los dos retratos sociales de esos años son Mafalda, de Joaquín Lavado, Quino, con una visión latinoamericana de las clases medias; y Los supermachos de Eduardo del Río, Rius, que analizaba la vida social y política del México de los 60. 

Dos cómics que son un espejo convirtiéndose en el reflejo de las preocupaciones de la sociedad de ese momento. Para sus lectores, Mafalda fue el espejo de las preocupaciones de una niña que representa la visión innovadora e inconformista de las clases medias latinoamericanas, por lo cual tuvo seguidores y un gran impacto en México, Centro y Sudamérica. 

De una manera muy didáctica socialmente, los personajes de Mafalda representan el imaginario, lenguaje y sueños de los habitantes de los incipientes núcleos urbanos. 

Manolito, obsesionado con el dinero, admirador de los Rockefeller, que al contar un chiste, lo interrumpía para anunciar su tienda, como los comerciales de la televisión, quien decía: “Nadie vale por lo que tiene, sino por lo que es. Vamos, si el que no tiene, ni siquiera es”, o con gran preocupación: “Los cheques de tus burlas no tienen fondos en el banco de mi ánimo”. 

Susanita, con su sueño de ser mamá, la define la frase: “A mí también me lastima ver gente pobre, créeme. Por eso, cuando seamos señoras nos asociaremos a una fundación de ayuda al desvalido y organizaremos banquetes en los que habrá pollo y pavo y lechón. Así recaudaremos fondos para poder comprar a los pobres harina y fideos y esas porquerías que comen ellos”. 

Felipe, al que no le gustaba el estudio, fan del Llanero Solitario, con frases clásicas como: “¡Hasta mis debilidades son más fuertes que yo!”, o “¿No sería más hermoso el mundo si las bibliotecas fueran más importantes que los bancos?”, rematando con una gran preocupación: “¡No voy a parar hasta llegar a conocerme a mí mismo y saber cómo soy yo realmente! ¿Y si no me gusto?”. 

Miguelito, el niño con pensamientos y filosofía existencialista, con frases como “La vida no debiera echarlo a uno de la niñez sin antes conseguirle un puesto en la juventud”. O en un alarde existencialista: “Sí, trabajar para ganarse la vida, pero ¿por qué esa vida que uno se gana tiene que desperdiciarla y trabajar para ganarse la vida?”. 

Y Mafalda, la niña cuestionadora y rebelde, que no le gustaba la sopa, símbolo del conformismo en la Argentina de los 60. Mafalda nació el 29 de septiembre de 1964 en las páginas de la revista Primera plana. Una niña preocupada por la paz, los derechos humanos. Fan de los Beatles, su mascota era un globo terráqueo, y disfrutaba de su pequeño radio para hacer una radiografía cotidiana del mundo. 

“Paren al mundo, que me quiero bajar”, o aquella que denuncia: “Nadie puede amasar una fortuna sin hacer harina a los demás”, y sobre la familia: “En esta familia no hay jefes, somos una cooperativa”, “No ando despeinada, sino que mis cabellos tienen libertad de expresión”. 

Quino usó el humor para la crítica y la denuncia social de un modo que unió a mucha gente de todo el mundo alrededor de su niña Mafalda. 

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